Esta semana el mundo entero se despertaba con un anuncio de la OMS (Organización Mundial de la Salud) que nos alertaba sobre el consumo de carne roja y carne procesada. Según este informe, la carne procesada está en el grupo 1 como “carcinógena para los humanos” y la carne roja, en el 2 como “probablemente carcinógena para los humanos”. Esta asociación se ha observado sobre todo en el cáncer colorrectal pero también en el de páncreas y el de próstata. Seamos prudentes y veamos qué hay de cierto es todo este embrollo sobre nuestra alimentación.
La alarma ha saltado tras la publicación de un trabajo de la Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer (IARC) en el que han intervenido 22 expertos de 10 países.
A raíz de esta alerta científica, diarios, televisiones, radios y redes sociales se han hecho eco de la noticia, la han interpretado cada uno a su manera y se ha organizado un tremendo revuelo. ¿Que no se puede comer carne? ¿Que es igual de cancerígena que el tabaco?
Vayamos por partes:
Lo que han dicho los científicos ahora lo llevan diciendo desde 2007, que hay evidencias convincentes de que el consumo de productos cárnicos procesados (salchichas, hamburguesas, bacón) es muy elevado y aumenta el riesgo de padecer cáncer. Y lo que está sucediendo es que estamos abandonando nuestra magnífica dieta mediterránea (aunque presumamos de ella) y comemos demasiados alimentos procesados.
¿Qué son los productos cárnicos procesados? Son aquellos que para que lleguen al público se curan, ahúman, salan o se les añade conservantes químicos. Y el problema es la cantidad de productos procesados que comemos; ahí está el quid de la cuestión: que estamos tomando 40 gramos cada día cuando lo máximo que se debería consumir es 20 gramos.
Este organismo, el IARC, hace cinco clasificaciones de carcinógenos, según sea la relación de cada uno con un posible cáncer. En el grupo 1 están el tabaco, el alcohol, tomar el sol y las carnes procesadas. Es decir, que hay evidencias suficientes de que todos ellos aumentan el riesgo de cáncer pero no en la misma proporción. Por ejemplo, el tabaco se lleva la palma, con un millón de muertes al año y las carnes procesadas, unas 34.000 en su haber.
¿Quiere esto decir que no comamos carne? No; lo que quiere decir es que no comamos sólo carne. El Informe de 2014 del Consumo de Alimentación en España del ministerio de Agricultura afirma que los españoles comemos 37,60 kilos de carne al año, distribuidos de la siguiente manera: 5 kilos de vacuno; 14,17, de pollo; 1,70, de carne ovina o caprina; 10,74 de cerdo y 5 kilos de otras. El consumo ha descendido un 6% con respecto al año anterior.
Y lo que quiere decir también es que no abandonemos nuestra dieta mediterránea. Si un día nos comemos una morcilla o un pincho de chorizo no va a pasar nada, pero como dice Virigina Gómez, dietista-nutricionista valenciana que nos ha ido dando pistas sobre esta noticia, “que predomine la lógica; que cada ración de carne esté siempre acompañada de verduras y ensalada; que comamos productos frescos, que tenemos muchos y muy buenos; que las carnes a la brasa o a la barbacoa son más perjudiciales; que comamos como máximo dos veces a la semana carne roja; que las carnes procesadas son de consumo ocasional; que comamos más pollo y pavo y que, sobre todo, nos cuidemos y cuidemos a nuestros hijos y no les demos tanta comida preparada”.
Impera, pues, el sentido común. Los productos frescos no son aburridos y los procesados, divertidos. Nada de eso: volvamos a la cocina y a comer los productos de temporada. Y sobre todo, una alerta no es una alarma. ¡Tampoco vayamos a dejar de ir a nuestro carnicero de toda la vida!