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La discriminación sexista sigue siendo una estrategia eficaz para encauzar un producto hacia su público objetivo. Cuando se lleva al extremo –y desgraciadamente asistimos a ello desde tierna edad-, nos encontramos con artefactos tan cuestionables como la revista de cocina ‘sólo para hombres’ Beef (grupo G+J), en Alemania desde 2009, Francia desde 2014 y recién aterrizada en España. Sus consumidores potenciales, hombres que cocinan porque quieren y no porque deban. Por si no quedara del todo claro el aspecto hedónico y político de su mensaje, van más allá con su alegato de “recuperar el espacio que las mujeres han dejado en la cocina ahora que se fueron a tomar el poder”.

Podría considerarse desde ese doble registro irónico (y cínico) del que tanto gustamos en nuestra posmodernidad líquida. Podríamos no hacer aprecio y entenderlo como lo que es: una polémica artificiosa para generar ruido en torno a sí. Podríamos pasar de todo e irnos a recoger flores al campo, de no ser porque, definitivamente, es ridículo. Basta de proponer involuciones y luchas de poder.

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Para el hombre Beef, cocinar porque le apetece es una lisergia de placeres

La cosa huele a tiempos preverbales desde el nombre, CARNE. Continúa con la voluntad de “reafirmar los valores de la carne roja y las materias grasas”. Ya escucho los alaridos del macho-proveedor (y a ratitos doméstico, pero porque quiere) dándose viriles puñetazos en el torso desnudo.

Pero lo más sangrante no es esa reivindicación de la grasa saturada como exquisito estímulo de la testosterona, sino el hincapié sobre la faceta lúdica de un asunto que durante siglos ha sido el único a irrevocable destino de las mujeres. Sin necesidad de que hallaran la más mínima diversión o creatividad en ello, sólo lúgubre obligación. Y regodeándose en esa circunstancia, además de ridiculizando su recién conquistado territorio y su ‘toma de poder’; les ha faltado decir ‘chincha rabiña, nosotros estamos aquí porque nos peta’. Hombres que quieren cocinar, dedíquense de buen grado, que la autonomía mola y gratificar el paladar también, pero no sean cutres y cenutrios, por favor.

En esta línea de acontecimientos, me pregunto cuándo llegará la nueva “Ser padre” (“para varones que no paren y lactan porque no quieren, pero ¡ay, si quisieran!”) o “Mis admirables bordaditos” (“para desacomplejados a quienes ya no les dice nada el aeromodelismo”). No nos conformemos con el tradicional encasillamiento del marketing, no nos busquemos fuera del paradigma cultural binario. Pidamos un poco más, ¡nos lo quieren dar!

Comentario a micro abierto: de nada por la publicidad extra.