Comer como antaño. Pero no con el deleite de nuestros abuelos, sino como la primera generación de humanos que emergió del limo primigenio. La dieta ‘paleo’ se basa en la idea de que el genoma humano no ha cambiado en 10.000 años, desde el tiempo anterior al desarrollo de la agricultura. Así, los paleo fans defienden una dieta articulada principalmente sobre verdura, fruta, proteínas, semillas, aceites, especias y hierbas. Se prohíben el azúcar, los lácteos, los granos procesados, (harinas en pasta y pan, cereales refinados…) y las legumbres. De este modo, se obtiene una dieta bastante ‘limpia’, baja en hidratos de carbono y rica en micronutrientes. Todo bastante sugestivo. Hasta que llega la ciencia actual, que afortunadamente no es la prediluviana, y pone los puntos sobre las íes.
“Hay muchísimas evidencias de que nuestros genes han cambiado en los últimos milenios, y esos cambios se traducen en que podemos comer alimentos que habrían resultado indigeribles a nuestros predecesores”, asegura Marlene Zuk, bióloga de la Universidad de Minnesota. “La habilidad para digerir la leche es un ejemplo”.
Irónicamente, la dieta paleo ha sido acogida en los medios como la dieta “óptima”, “para la que estamos genéticamente adaptados”, como apostilló el científico americano Loren Cordain.
En contraposición, Zuk declara que nadie sabe lo suficiente sobre la dieta del humano ancestral como para lograr imitarla.
“La mayoría de alimentos disponibles hoy son muy diferentes a los que hubieran comido nuestros antepasados. Esto no alude únicamente al helado, las patatas fritas o incluso la harina, sino a la carne, las frutas y los vegetales. La paleo dieta es un fraude, una fantasía”.
La estrella australiana Pete Evans, al frente del reality “My kitchen rules”, ha tenido que salir al paso de las críticas de su libro de cocina, que le acusan de poner en riesgo a bebés y niños con sus recetas. En él defiende que la paleo dieta puede ayudar a prevenir el autismo, defectos congénitos, desórdenes de comportamiento, ¡e incluso el asma!
“Es probable que los seguidores de la paleo se sientan bien, saludables”, comenta con sorna Liz Kellett, presidenta de la Asociación de Dietistas de Australia. “Pero pueden estar perdiéndose nutrientes clave, como la fibra y el calcio. Esto puede crear problemas de salud a largo plazo, antes que resolverlos”.
La dieta, elogiosamente promovida a través de celebrities y redes sociales, elimina los productos de la agricultura y cualquier comida procesada (y con esto me refiero al arroz refinado, no a un paquete de lasaña congelada). Y, por supuesto, esto se nota en la báscula.
“La verdadera razón por la que la gente piensa que comer así les favorece es la pérdida de peso”, aduce Jane Scott, investigadora de la Universidad de Curtin. “Cuando se corta la ingesta de carbohidratos, cereales y comida procesada, eliminas un montón de comida basura, normalmente cargada de azúcar. Adiós a las galletas, pastelería y snacks”.
Conclusión: es positivo evitar alimentos muy procesados, como la bollería industrial. Pero el arroz refinado, las legumbres o el pan se pueden consumir perfectamente en el marco de una dieta humana saludable, de acuerdo con las habilidades digestivas que llevamos perfeccionando miles de años. La paleo dieta ‘funciona’ porque sirve para adelgazar. Pero a largo plazo puede ocasionar déficit de calcio. ¿Quién querría volver a la Edad de Piedra?