Esta debe ser la sexta vez que me pongo Botox en las ‘patas de gallo’ y en el entrecejo. Ninguna vez ha sido igual y, aunque soy una absoluta defensora de la toxina botulínica para arrugas de expresión -sobre todo en la frente, entrecejo y extremo de los ojos – reconozco que cada médico y lugar tiene sus muchos pros y alguna contra. Pero definitivamente me quedo con la práctica del doctor Antonio Licitra en su centro Med-Estetic de Madrid, sin ánimo de pasarle la mano por el lomo.
Llevo diez años escuchando atrocidades sobre el Botox: que si es una sustancia letal, que si acaba atrofiando el músculo, que si los directores no quieren contratar a las estrellas que se lo aplican porque se vuelven inexpresivas, que si te deja una ceja más alta que otra, que si uniformiza la mirada… ¿Pero de qué me está usted hablando? ¿Del Botox o del Botox mal pinchado, de la mala práctica? Es que son cosas muy diferentes. Efectivamente, si alguien te pincha la botulina -uno de los venenos más poderosos que existen- en un nervio o lugar inadecuado, la muerte puede ser fulminante. Y desde luego que si se pone usted las dosis que llevaba Nicole Kidman hace dos años -parecía una Barbie que no podía esbozar una sonrisa- . No es extraño que para algunos directores sea complicado encontrar actrices sin pasar por la aguja estética. De hecho, Nicole reculó y ahora ya puede hasta llorar si quiere. Y, claro está, si su médico (o no médico, porque al Botox se han apuntado mil oportunistas) no le inyecta una dosis equilibrada en ambas cejas, una se quedará más alta y en forma de uve que la otra.
Yo probé con el doctor Sierra, tan dicharachero y con mucha experiencia. Bien, me dolieron bastante los pinchazos, me salió algún moradillo al día siguiente y me duró unos cinco meses el efecto. Con Elvira Ródenas, otra que lleva muchos años en el candelero, también contenta, pero más que moradillos tuve algún moratón hace ya años de esos que van del berenjena al amarillo. También recuerdo que en Maribel Yébenes pasé por un médico guapísimo, no me acuerdo cómo se llama, que me dejó muy natural; tanto que a los cuatro meses o así se me pasó el efecto ‘buena cara’. En fin, no he tenido disgustos, pero sin ánimo de hacerle la pelota a Antonio Licitra me quedo con él por el balance entre su savoir faire y sus resultados.
Me tumbo en la camilla y me pincha el Botox para uso estético en España: Vistabel, en esas arruguitas que siempre hemos llamado patas de gallo y que son más llamativas en las gesticuladoras natas como yo. Calculo tres pinchazos ‘por ojo’, otros dos otres encima de cada ceja y algunos más donde casi termina la frente y empieza el pelo. No tarda más de diez minutos, no me duele, no titubea y no noto ni una leve rojez en la semana siguiente. A los cuatro días ya notas que las arruguitas de justo debajo del párpado inferior se empiezan a esfumar y que la frente no se llena de arrugas horizontales cuando la frunces. Tres días después la pata del gallo sólo tiene dos surquitos -los necesarios para poder sonreir a los demás- pero no un ramillete como antes.
¿ Inconvenientes ? Unicamente que, a casi todo el mundo nos quedan unas arruguitas entre el lacrimal y la nariz. Como dice el doctor Antonio Licitra: “un buen resultado de Botox en el rostro es cuando alguien te dice: qué buena cara tienes hoy, o qué bien te has maquillado esta mañana, o te sienta muy bien ese corte de pelo….” pero no advierte que te has ‘hecho’ algo en la cara.
Y todo eso he estado escuchando estos días al portero y a mis amigos…
Med-Estetic.
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