El dulce hogar es el lugar más seguro del mundo. Eso le digo a mi criatura, quien practica el miedo a la oscuridad de las personas imaginativas. Sólo hay una habitación un poco más delicada: el cuarto de baño. Y no es por la guerra química que se fragua cuando se atasca, sino por los productos químicos que contiene. Cloro, amoniaco, sílice, ácido sulfúrico… Peligrosos corrosivos, fáciles de manipular siguiendo a rajatabla las condiciones del fabricante. Pero, ¿qué pasa con los productos aparentemente inocuos, de riesgo oculto entre sus bondades conocidas?
No te preocupes: ocúpate en detectarlos y los tendrás controlados para siempre.
1. Jabón de manos antibacteriano.
Existen investigaciones advirtiendo de que su uso puede crear gérmenes resistentes a los medicamentos, debilitando el sistema inmunitario. Además, la FDA (Food & Drug Administration, brazo gubernamental estadounidense que corta bacalaos que también nos afectan a los europeos), ha demostrado que estos jabones no eliminan los gérmenes de las manos mejor que el jabón común. Por lo que podemos prescindir perfectamente de ellos.
El problema reside en el triclosán, el principal activo en los antibacterianos. Además de fomentar la resistencia a los antibióticos, se vincula con la toxicidad hepática, disfunción tiroidea y mayores tasas de incidencia de alergias a los alimentos en los niños, además de con alergias de contacto.
Se encuentra fundamentalmente en los jabones, pero también puede formar parte de champús, desodorantes, pastas de dientes, enjuagues bucales y productos de limpieza, como bolsas de basura. Mejor evitarlo. Y los jabones etiquetados como ‘antibacterianos’, ¡con más ganas!
2. Toallitas húmedas (sustitutivas del papel higiénico y desmaquillantes)
Empezaron su recorrido en el mercado como producto para bebés, para ser orientadas al consumidor adulto en sus versiones higiénica y desmaquillante.
El ingrediente peligroso es el bronopol, agente antimicrobiano y sustituto del alcohol en la función de conservante. Se trata de un compuesto muy volátil que puede liberar bajos niveles de formaldehido, sustancia altamente irritante además de carcinógena.
Algunas toallitas pueden contener ftalatos, un químico empleado para suavizar los plásticos. Se añaden para suavizar las lociones y conseguir fragancias más duraderas. Dado que los ftalatos no suelen figurar entre las ‘confesiones’ del fabricante, guíate por la prueba de la fragancia: si tu toallita huele a algo, es más probable que contenga ftalatos. Evita también el bronopol.
3. Champús que hagan espuma.
Recientemente, el Centro de Salud Medioambiental encontró un químico relacionado con el cáncer en docenas de champús, muchos de ellos de alta gama e incluso alguno de cosmética etiquetada como ‘natural’. El ingrediente, dietanolamina cocamida (o Cocamida DEA) es una forma modificada químicamente de aceite de coco utilizada como espumante y espesante, y guarda una vinculación directa con el cáncer según la Agencia Internacional para la Investigación sobre el Cáncer. Di un rotundo NO a la Cocamida DEA.
4. Desatascadores químicos.
La lejía pura, también conocida como sosa cáustica –como alguna colega mía-, es un ingrediente común en los productos de drenaje. Aunque el ser humano la usa (rebajada) para curar alimentos o para hacer jabón desde los tiempos de la antigua Babilonia, no significa que sea en absoluto inocua en su forma más pura.
*Si son de estómago fuerte, les sugiero echar un vistazo a los resultados en Google Imágenes para “lejía industrial”.
La clave es manejarla adecuadamente y evitar el contacto con los ojos, puesto que puede causar heridas en la superficie de la córnea incluso en cantidades muy pequeñas (recordemos, ehem, el primer capítulo de Utopía)
La exposición por inhalación, especialmente en niños pequeños, puede dañar seriamente las mucosas de la nariz, garganta y tracto respiratorio. Y al ser inodora, no se sabe si se está recibiendo una dosis grande hasta que se hace notar.
Es recomendable no usar sosa cáustica en alta concentración. Tampoco es especialmente buena si se tienen tuberías de plástico, pues las corroe. Si se te atasca la tubería, emplea un desatascador de émbolo, o una serpiente de drenaje. O llama al fontanero…