En el mar de las deidades celebrities, de las religiones cosméticas bizarras, asoma impenitente, como una boya imposible de hundir, la salvaguarda mágica del MILAGRO.
Echa un ojo a esa red de redes que todo lo abarca, sigue el camino de baldosas amarillas que conduce a la milagrosa crema que evita el lifting, la dieta milagro (plegaria, más bien) que te quita 15 kilos en dos semanas. Todo esto siempre incluye el avistamiento mariano de la celeb de turno para rematar con gracia y donosura el palo de la estampita. Pues bien, tengo un mensaje para los Rinconete y Cortadillo del marketing: como decimos en la tópica cuna mundial de la picaresca, ¡los milagros a Lourdes!
Uno de los clásicos del milagroso timarraco, es situarlo geográficamente en algún enclave de connotaciones misteriosas. Egipto, Mesopotamia, el lejano Oriente, el valhalla, las minas del Rey Salomón… Da un poco lo mismo cuál, lo importante es transmitir un ambientillo de efectividad tan sobrenatural que se escapa al limitado raciocinio. ¿I+D? ¿Estudios clínicos en laboratorio? ¡Paparruchadas! Donde esté la Arcadia perdida de la cosmética… Sólo falta que los tarotistas de las 3 AM se metan a formular cremas. ¿Te llega el olor del humo? No proviene de los rituales místicos.
Seguro que has visto en mil películas a los buscavidas de feria que vendían el mágico crecepelo, esos magufos de la belleza embaucando al personal a través de un alambicado discurso anestesiante. Encuentra la diferencia con esto, ¡si puedes!
Hay que reconocerle el mérito, lo-tiene-todo-papi. De manual: un poco de name dropping fraudulento, la rocambolesca introducción de la Selva Amazónica, unas bayas manipuladas (demasiado) por Panoramix, kilos de paja y un sinfín de comentarios elogiosos pagados de gente que no ha sido tan pardilla. ¡Menudo panorama!
Por cierto, ¿quieres reírte un rato?: mete “Helen Hesman periodista” en Google, te va a dejar asombrada la apabullante carrera de esta ilustre licenciada.
También a tiro de Google nivel usuario y en primerísima página, aparece toda una línea de cremas nacidas del aliento de Dios, poco más o menos (de hecho el lema es “En Dios confío”, supongo que en lugar de principios activos vendrá una oración al altísimo para que la cosa al menos hidrate)
El fundador es ni más ni menos que el Padre Fray Francisco Luna González, reputado científico capaz de tratar tanto el acné, como los calambres, la alopecia o el cáncer, ahí queda eso. Nada escapa a su sapiencia. En Dios confío y le rezo muy, muy fuerte cada noche.
Corolario: cuarentena feroz a todo lo milagroso, que los depósitos de confianza del personal no son ilimitados. Ojo, que estos son muy evidentes, algunos se camuflan mejor bajo la chistera. Ciencia > magia y laboratorio > cueva del bosque. Y que Dios nos pille a todos, ¡ah, pillines!, confesados.