Ahora que España está de moda por las razones equivocadas, asoma por todas partes la etiqueta “Marca España”, la revisión actual del ya demodé “Made in Spain” (tatuado en su piel).
Debajo de ese mismo adoquín está la playa de un producto ‘interior’ que necesita encontrar novio casi a la desesperada. Se apoya la idea de que aquí se produce, y es cierta. Quizás el problema sea la imagen que finalmente se proyecta.
Los registros de marketing hacen lo suyo para que el concepto España germine y dé fruto, tanto en las cabezas patrias -más tensas que de costumbre-, como en las foráneas -perplejas por lo que sucede en “el sur de Francia”-.
Hablando de tópicos, hemos desterrado alguno sangrante como que un estadounidense no sepa localizar nuestro país en el mapa –a menos que se trate de un ilustre miembro del gañanismo más extreme-, pero seguimos exportando los referentes que nos convierten en un cliché plano, desdibujado: el clima, la comida (no se come mejor en todo el mundo), nuestro relajado estilo de vida, tan del agrado del nórdico medio, o un folklore del que muchos españoles no participamos. ¿Y qué es España?, me preguntas clavando tu pupila en mi pupila azul…
Estos días, Pepa Salazar ha ganado el premio a la mejor diseñadora en la Mercedes Benz Fashion Week (la Merche para los amigos). Me apena –aunque lo entiendo- leer a gente aconsejándole que huya de este país, a ella y a otros artistas con talento. Ellos son la “Marca España” real y del día de hoy que se da en un país en crisis económica, pero no de creatividad. La “Marca España” que centrifuga y catapulta lo mejor de la cultura que hemos mamado, la que ofrece el lenguaje con que las nuevas generaciones difundirán su palabra por el mundo, allí donde la marca Coca-Cola y la marca Ikea llegaron antes.
La diseñadora valenciana ha trasladado su obsesión por el patronaje a la manera de vestir de las tribus masais o los monjes budistas, anudándose la ropa al cuerpo. Una vuelta de tuerca a la moda occidental que sugiere una vuelta a lo primitivo, una involución absolutamente moderna que traza una línea entre culturas. No existen las fronteras, son un estado mental.
Más info en pepasalazar.com
Y como muestra de que se puede manejar el referente de la tradición ibérica y que quede bonito y hasta del agrado del ‘antiespañol’ más encorsetado y cejijunto, los accesorios toreros para diestro y siniestro.
Inspirados en el universo de color, tejidos y barroquismo andaluz, demuestran la flexibilidad de un folklore que se puede adaptar si se tiene el gusto. Y a torear el temporal con accesorios toreros.
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Precios:
Sombrero: 220 euros.
Coletero: 18 euros.
Manoletinas: 115 euros.