Si estás vivo, ¡muévete! –que no, “muérete”-.
¿Sabías que el sedentarismo es equiparable a los efectos de la hipertensión, la hipercolesterolemia o el tabaquismo? Escuece pensar que la vagancia alcance categoría de enfermedad, siendo un factor modificable.
El ejercicio físico ahorra visitas al médico, al diván del psicólogo y a la sección de tallas grandes. Y además se conoce gente y se liga bronce si lo practicas al aire libre. Coste de una gran parte de actividades: cero patatero. ¿Alguien da más por menos?
La Asociación Española de Pediatría acaba de presentar un nuevo grupo de Actividad Física, en la idea de estimular a niños y adolescentes, tan relativamente moldeables a la hora de crear nuevos hábitos, a que practiquen ejercicio.
Como explica el doctor Gerardo Rodríguez, coordinador del grupo, “Estamos programados biológicamente para el ‘ahorro’ energético y de ello ha dependido la supervivencia de la especie en los momentos de carestía alimenticia. Preferimos los alimentos con más densidad energética porque los identificamos como más sabrosos y elegimos la inactividad y el ocio sedentario en cuanto tenemos opción”.
Dicho así suena a… cierto. ¿A que sí? Sólo los ya “conversos” no vacilan entre un plan de pizza y peli y otro de ensalada de granos integrales y paseo en bici. Sin embargo basta con modificar poco a poco y sin dramas las rutinas para encontrar un hueco en el estilo de vida activo. La recompensa es clara: una vida más larga, de mejor rollo y en mejor estado físico con efecto reversible –por dentro y por esos afueros razonablemente contenidos-. El esfuerzo, adaptable según edad y preferencias.
Tú y tu familia podéis burlar el sedentarismo andando, corriendo, montando en bici, patinando, remando, bailando en casa a vuestra bola, practicando deportes de equipo, comprando un vídeo de ejercicios, viendo vídeos en Youtube, yendo al gimnasio o descargando una aplicación. El caso es ¿estás vivo? ¡Pues muévete!