¿Existen los muslos? ¿Las nalgas? ¿los estrógenos? ¿Existe la mujer? ¿Existe la celulitis? Sí, por supuesto, pero ¿es tan problemática como se pinta desde demasiados ángulos?
Creo que ya ha llegado el momento de decir las cosas claras. La celulitis NO existe. No al menos como la tenemos colocada mentalmente en el imaginario colectivo. La celulitis no es una enfermedad por tanto no se puede curar. No es un defecto en tanto en cuanto sería un defecto tener estrógenos y no es una anormalidad o anomalía puesto que para considerarla como tal tendría que ser no habitual. Y hasta donde servidora conoce, la celulittis forma parte del 90% de la población femenina en algún momento de su trayectoria vital (y de parte también de la población masculina, aunque hoy no nos ocuparemos de ellos). Por tanto lo anormal, seamos claros, es NO TENER CELULITIS, una característica que tan solo comparte un 10 % de la población a la que habría que monitorizar para saber el precio pagado y las razones fidedignas.
Es hora de que hagamos frente a esta creencia universal que compartimos (casi siempre de forma obsesiva) todas la mujeres. La celulitis no existe. La celulitis no es un problema, igual que la barba tampoco lo es. ¿Cómo hemos llegado a padecer la celulitis como una carga? De manera altamente inteligente. No hay nada más eficaz y lucrativo que crear una necesidad profunda en la sociedad a sabiendas de que ésta nunca podrá satisfacerse. Porque lo sabemos. A poco que hayamos estudiado un poco el tema, y casi todas las mujeres lo hemos hecho, a lo máximo que llegamos es a suavizarla quasi imperceptiblemente, a fuerza de lanzar toda una artillería pesada para combatirla.
Me retracto del encabezamiento ya que no es cierto que la celulitis no exista. Lo hace, pero no con la acepción popularmente conocida. Como sabeis, la palabra celulitis significa “inflamación de las células o del tejido celular subcutáneo” y debería aplicarse sólo a lo que en medicina se conoce como tal; una enfermedad infecciosa-inflamatoria de la piel que se genera cuando diversos tipos de bacterias atacan el tejido celular subcutáneo produciendo una inflamación aguda y grave que requiere tratamiento urgente. Otro elemento para añadir más confusión a la cuestión.
Lo que comúnmente conocemos como celulitis debería llamarse “dermato-paniculosis-vasculopática fibro-edemato-esclerótica”, pero claro, se nos descuadrarían los titulares. Hay que aprender a desleer entre líneas para poder quitarnos esos puñales que se nos clavan en nuestra psique femenina: a saber, que somos imperfectas, defectuosas, que no nos cuidamos lo suficiente, o que lo podríamos hacer muchííííííísimo mejor. Ser más guapas, más altas, más delgadas y tener los ojos azules (para eso se inventaron las lentillas de colores).
Es normal tener curvas, arrugas, las tetas caídas a determinada edad y celulitis, incluso desde la cuna. Pero la presión de esta era de la imagen que nos hemos fabricado entre todos invade todos los niveles de la sociedad de consumo, desde la publicidad de un anticelulítico (cada vez más reconvertidos en productos reafirmantes o reductores) hasta la criba real de gordas y caderonas que se produce en la selección de personal de muchas empresas donde se exige buena presencia, y la buena presencia es cada vez es más exigente. La sociedad nos obliga a entrar por el aro de tallas imposibles y a seguir el perfil establecido por el rebaño. Por cierto, últimamente me sorprenden los anuncios que equiparan a las mujeres de pelo rizado con ovejas. Tener rizos tampoco es un problema, ni cumplir años… y ahí están los anti-edad.
Para alcanzar el irreal canon de belleza actual nos autosometemos a crueles dietas, píldoras, ungüentos y potingues adelgazantes, aparatos, bisturíes y pócimas mágicas. Se acabó. Vamos, ¡si hasta las mujeres reales pasan un casting!… Ya va siendo hora de que podamos trasmitir a nuestras niñas un legado que no esté marcado por este estigma. Porque eso es lo que es, otro estigma más en la larga historia de los estigmas con los que las mujeres hemos cargado desde que existimos. Se hace necesario, pues, que las mujeres nos unamos para derribar esta creencia, que es muy grande, muy profunda y muy extendida. Y empecemos a integrar que tener celulitis es lo normal en ser mujer (y más si eres mediterránea).
En coaching, para que se adopte una creencia es necesario que se den una serie de factores:
- La tradición (legado transmitido de unos a otros)
- La repetición (constante)
- La falta de crítica (cuestionamiento a esa creencia)
- El apoyo desde las instituciones (en este caso desde toda una industria) a la validez de la creencia, con datos y diversas evidencias empíricas.
Es decir, si te enseñan que la celulitis es un defecto, te lo repiten hasta la saciedad desde todos los medios visibles e invisibles, nadie cuestiona la mayor y además nos confirman que tener hoyuelos en el tercio inferior del cuerpo es muy feo y supuestamente insalubre, aparte de algo por lo que se tiene una que sentir muy culpable (adolescentes) y que, por tanto, es aconsejable combatirla con determinadas herramientas que en realidad solo funcionan dentro de nuestros más delirantes y locos sueños de perfección, entonces estamos ante UNA CREENCIA. Incuestionable, lapidaria y letal. Es hora de derribarla. ¿Empezamos ya?