Seguro que ya he comentado más de una vez la desatada querencia que me inspira la gafa de sol. Pero nunca viene mal renovar los votos y recordar qué tiene la zarzamora para resultar un complemento tan decorativo y resultón, capaz de elevar un look de básicos a la categoría de instantánea que hace suspirar a un blogger de street style.
Esta vez la cosa no va de marcas pontificando la senda de la tendencia, ni de diseñadores concretos a los que desear, sino de ponerse prácticas a la par que estupendas y elegir la gafita en base al criterio de lo favorecedor. Espejo mediante.
¿Sabes qué tipo de gafa te queda mejor?
Lo esencial a la hora de elegir diseño es la forma de la cara. Nadie puede cambiártela, pero sí puedes hacer que el mundo se adapte a ella en lugar de tratar de adaptarte tú.
Si la tienes redonda: necesitas un modelo que dé sensación de verticalidad visualmente, que contraste con tu propia geometría. Las gafas cuadradas, rectangulares y angulosas rompen con la redondez y alargan el rostro.
Si la tienes ovalada: el prototipo, ya sabes. Bien de gafas, bien de sombreros, todo correcto. La variable es el tamaño, si la cara es pequeña, elige montura pequeña, si tu estructura es grande, una en consonancia.
Si la tienes cuadrada: de nuevo el contraste viene en tu ayuda. Pruébate una montura ovalada o redondeada, de líneas estilizadas para suavizar ángulos.
Si la tienes alargada: recortar ópticamente es esencial, para ello van bien las monturas rectangulares y horizontales.
Si la tienes triangular: o en forma de corazón, como de actriz de cine mudo. En este caso favorecen más las monturas finas y poco aparatosas, o incluso una gafa de montura invisible.