El entorno comprendido por cirujanos estéticos y portadoras de implantes de mama anda conmocionado estos días a cuenta de la polémica generada por los implantes PIP (Poly Implant Prothèses), de origen francés. Este tipo de prótesis se retiró en marzo de 2010 porque se descubrió que el gel de silicona que contenía no era el declarado –y el aprobado para la comercialización por la UE-, sino uno más barato y de menor calidad.
El problema se ha localizado porque estos implantes se rompen con mayor facilidad, con lo que la operación “de por vida” que se garantiza hoy en día a la paciente, ha devenido en repetidas operaciones en algunos casos –con el consiguiente desgaste psicológico y personal para las afectadas-
La Secpre se ha pronunciado apelando a la calma y asegurando que no es “en absoluto necesaria” la retirada de los implantes a menos que exista una complicación patente, como la de la rotura de la mama. La silicona de los PIP en principio no es tóxica ni cancerígena, como no lo es ningún componente de los implantes de uso aprobado. El procedimiento recomendado se resume en acudir a la consulta a revisar los implantes, sin cambiarlos de no estar rotos.
Entre los medios, algunos han reaccionado ante los cirujanos acusándoles de “tirar balones fuera”, ya que existen convenios con los fabricantes, que también sufragan congresos, y no es descabellado sugerir que no vayan a “morder la mano que les da de comer”.
Las portadoras de implantes PIP piden que sean los propios cirujanos quienes costeen la retirada de las prótesis defectuosas. La protesta de algunas voces de la opinión pública no se ha hecho esperar, planteando un debate sobre la frivolidad de la operación inicial que las metió en este embolado… Raro sería que en nuestro país no surgiera el dedo acusador buscando la culpa en la víctima. ¿Se merece alguien el sufrimiento, por muy frívolo que sea? ¿Quién lo decide y por qué?
Debates morales aparte, se trata de un tema de salud, de estafa y de negligencia médica que acarrea daños a la sociedad, arroja la duda sobre el colectivo de cirujanos españoles y que hay que solucionar, que opinar es gratis y a todos nos encanta -¡hola! yo, mi Superyo y mi yo-yo también tenemos opinión, pero nos la reservamos-, pero resolver ya es otro tema. Y es en lo que habría que centrarse.