“Una mujer mata por el bolso de sus sueños si es preciso”. Me he sacado la cita de la manga, pero bien podría tener denominador de origen. A las mujeres nos chiflan los accesorios en general, nos generan un insoportable deseo de posesión. El tópico es cierto. Pero si de tópicos hablamos, los bolsos de Inés Figaredo son incatalogables dentro de ese coto. Se engloban mucho mejor dentro de la transgresión, como debe hacer el arte. Bolso, sí, pero mucho más que “un objeto más o menos mono de un tamaño variable que me sirve para llevar cosas de A a B”. Ceci c´est plus qu´ une pipe!…
Los bolsos de Inés son sueños, delirios, magia, mitología, diseños imposibles con un denominador común: la suntuosa calidad de sus materiales, la precisión de los herrajes, la esmerada selección de las piezas, el lujo de concepto y de manufactura; por cierto, elaborada en su totalidad en España –¡motivo de orgullo!-
“Mis bolsos son mis mejores pensamientos.
Son pequeñas piezas genuinas, artesanales y evocadoras que adquieren vida propia. Son objetos de colección destinados a inspirar, a ser disfrutados y compartidos, con vocación de permanecer, de ser legados. No se trata del lujo como se ha concebido hasta ahora. Mis diseños pueden combinarse con un estilo casual para reflejar la libertad de elección de la mujer a significarse, a reinventar su felicidad. ” Inés Figaredo.
Cuando veo este tipo de objetos tan estéticos, tan bien hechos y que además desprenden sentido del humor, ése del que tanto se escasea en general, me entran unas ganas locas de saber más de quien los imagina.
La historia de Inés es tan particular como un hipotético bolso patio andaluz. Sus inquietudes siempre recorrieron perpendiculares al arte, pero por esas cosas de la vida y de la familia, y hasta que atravesó la necesaria crisis existencial que la colocaría en su lugar, ejerció la abogacía e incluso fue bróker, nada más estrambótico –así, en visita- de encajar en la personalidad de esta mujer divertidísima, esta mujer que derrocha creatividad.
Su filosofía es ambiciosa, pero va bien encaminada para conseguirla: ofrecer pequeñas piezas de arte que demanden ser exhibidas fuera de los museos, que merezcan ser transmitidas de madres a hijas, como un pequeño tesoro.
Ruedas, circos, niñas, toros, teléfonos, casitas de chucherías, uvas, el originalísimo bolso compuesto por tres manzanas doradas, insectos… y mucho más. Los Figaredo se renuevan cada año en colecciones de lo más refrescantes aderezadas por sorpresas puntuales. Mi deseo para los años venideros es ver muchas de las piezas en la calle, provocando arrebatados síndromes de Stendhal entre la población. Que así sea.