Recuerdo haber leído en algún sitio que, en el transcurso de una vida razonablemente larga, es esperable padecer hasta 1 enfermedad mortal, 5 muy graves y unas 100 menores (catarros, gripes, alergias…)
Como toda estadística, hay que coger el dato con pinzas y valorar estilos de vida, genéticas y demás si se pretende aplicar esto a uno mismo. Pero no es de números de lo que quiero hablar, sino del hecho de que la enfermedad es un proceso que forma parte de la vida y que, con bastante probabilidad, ya te hayas enfrentado a alguna grave dolencia, tuya o de algún ser querido; y otra persona habrá sido la encargada de comunicártelo.
La elección de las palabras adecuadas es un tema apasionante y que da muchísimo de sí. Que se lo digan a los eruditos en PNL.
¿Cuántas veces has tenido que decirle algo duro a alguien, sin opción a la renuncia? ¿Cómo se lo has dicho?
Suavizar un tema espinoso, creando el ambiente adecuado con un discurso que genere confianza, optimismo y esperanza de futuro es esencial, por ejemplo, a la hora de comunicar una mala noticia en medicina. Y es precisamente en esto en lo que se ha centrado el curso “¿Cómo comunicar malas noticias en medicina?”, impartido por La Fundación Mapfre Guanarteme en colaboración con la Fundación de Ciencias de la Salud, dirigido a médicos, diplomados de enfermería, psicólogos, asistentes sociales y alumnos de Ciencias de la Salud.
“Se vienen desarrollando metodologías específicas a nivel internacional desde hace muchos años, aunque la relación médico-paciente no se ha atendido en España todo lo bien que se debiera”, señala el doctor José Antonio Prados Castillejo, profesor del Grupo de Comunicación y Salud de Semfyc, y coordinador del curso.
No obstante, “en la última década se ha incrementado la información sobre este asunto en nuestro país de manera considerable, y el Plan Bolonia está empujando a su implantación en algunas universidades”, apunta el experto. “Hasta hace muy poco no se ha percibido la enseñanza de la comunicación en medicina como una necesidad real, pues se pensaba que comunicar bien era algo innato”. Hay suficientes estudios que demuestran que eso se puede aprender y mejorar, y hay numerosas estrategias docentes muy útiles para lograrlo.
“Los especialistas que mejor dominan esta habilidad son los médicos de familia, por su cercanía con el paciente, los oncólogos, que suelen tener que dar las peores noticias, y los diplomados de enfermería, que vienen cuidando este aspecto desde siempre”, añade.
Al fin y al cabo, “todo esto es la consecuencia lógica de los cambios tan importantes que se están produciendo en torno a la figura del paciente, que cada vez necesita tener más parte activa en la toma de decisiones, y estar más y mejor informado”, explica el doctor Prados. “Que el paciente de hoy en día sea mucho más responsable que el de hace unas décadas está obligando a la medicina a recomponerse y a cambiar el modelo de relación médico-paciente”, afirma.
Uno de los errores más comunes a la hora de comunicar malas noticias tiene que ver con la utilización de tecnicismos. “Si utilizamos términos difícilmente comprensibles, es muy probable que la información no llegue como debería”, apunta el experto. Por otro lado, “no es raro que este tipo de noticias se den de manera muy brusca”. En este contexto, hay dos aspectos que se deben tener siempre muy en cuenta: la forma en que se va a dar la noticia (aquí se cuenta con herramientas tales como la empatía, la afectividad, la escucha, la sensibilidad o la comunicación no verbal) y la técnica que se va a utilizar.
La técnica de Buckman es una de las que más se utiliza a nivel internacional. Consta de seis pasos: preparar un plan de actuación (qué, cómo y dónde se va a decir la mala noticia); averiguar con qué información previa cuenta el paciente; investigar qué quiere saber; compartir la información; asumir las reacciones que pueda tener; y planificar los cuidados.
“Nunca hay que mentir al paciente”, según el doctor Prados. “Sólo hay que dejar de decir la verdad cuando éste no quiera saberla o se encuentre en una situación que le impida ser consciente de ella”, añade. “Es un error muy común dar la mala noticia a los familiares antes que al propio paciente, que es quien tiene el derecho moral, legal y ético de conocer su enfermedad antes que nadie”. Esto suele acarrear importantes problemas y disputas. Por esta razón, es importante averiguar qué quiere saber el paciente.
Personalmente encuentro muy interesante este curso y espero que sea un éxito.