La sensualidad de unos labios pintados es incontestable. Pintura de Tamara de Lempicka

La sensualidad de unos labios pintados es incontestable. Pintura de Tamara de Lempicka

Mi primer mandamiento en cosmética y vida diaria es “no sin mi barra de labios”.

Me los maquillo desde mis 16 –tenía el descaro de asegurar, como muy ofendida, que ese ruboroso color era natural– y es lo único que uso todos los días haga lo que haga, desde bajar a comprar el pan hasta ir al gimnasio, donde entre unas cosas y otras, ya me deben considerar un caso perdido.

Un buen labial en rojo pasión (“rojo cabrón”, como lo llama un amigo) o en su defecto rosa, me cambia el rostro y si me apuráis hasta el ánimo. Hace que se me vean los ojos y me da buena cara inmediata, la ilumina y le da el necesario toque chic. ¡No puedo vivir sin él!

Por eso nunca, nunca, nunca, me incomoda poseer una nueva barra de labios, aunque luego tenga mis tres labiales fetiche y los demás yazcan tristemente olvidados.

Se dice, se comenta, que fue “una señora muy conocida, de simpático nombre” la que creó la primera barra como tal, como objeto cosmético compuesto de estuche y cremosa lanza directamente enfocada al corazón del rostro –y de los desdichados humanos sensibles a sus encantos-

No es así. Como asegura su actual director creativo, Olivier Échaudemaison, fue Guerlain quien imaginó ese artilugio de cualidades diabólicas destinado a dar un plus de seducción y sex appeal a sus portadoras. Por no hablar del infalible gesto de pintarse los labios frente al espejo, tantas veces mitificado en el cine y en la literatura, o el “regalo” amante de la marca del carmín en un papel.

rouge-auto-1936001

La historia de Guerlain es extensa. Es, precisamente, en sus archivos, de donde ha bebido el señor Échaudemaison para hallar la inspiración de su último lanzamiento: la barra Rouge Automatique.

El primer Rouge Automatique data, nada más y nada menos, que de 1936. Ya entonces su mecanismo causó un gran revuelo por su pasmosa sencillez en el que sólo se necesita una mano… No hay tapa, se abre y se cierra con un toque de pulgar, que pasa de ser el dedo más zafio al más sofisticado…

La textura, súper hidratante, deja los labios con una sensación de confort, además de cubrirlos perfectamente y aguantar lo suyo, lo garantizo.

Yo estoy usando el rojo apisonador; la gama se compone de 25 tonos pop y lúdicos, cuyos nombres recuerdan, además, antiguas creaciones de culto de la casa.

GAM01

Una verdadera modernización de lo clásico con un resultado muy acertado.

El precio de estas barras es 34 euros.