Que el linaje se transmite es un hecho indiscutible. Quién sabe a ciencia cierta si esa especie de magia está en la biología o en el propio entorno, la educación, las vivencias…
El refranero español, siempre tan preciso y castizo, zanja la cosa con un contundente “de tal palo tal astilla”. Algo debe quedar impreso a fuego en la cadena genética cuando hay tantos casos de ‘hijas de’ dispuestas a seguir defendiendo la casta paterna en el mundo de la música, el cine, la moda y la belleza, que es el que nos ocupa.
A mí me hacen un tilín especial dos brillantes sagas: la nacida a partir de Jane Birkin y Serge Gainsbourg, Charlotte Gainsbourg (hija de Birkin y el mítico cantante judío) y Lou Doillon (hija de Birkin y el productor de cine Jacques Doillon), y la retahíla de mujeres –porque esto no parece tener fin- provenientes de Ingrid Bergman: Isabella Rossellini y su hija Elettra Wiedemann.
Pensar en la canción francesa es pensar en Serge Gainsbourg, el judío –nacido Lucien Ginsburg– que se acompasó a la revolución del mundo con canciones como “Aux armes, etcetera” y por supuesto “Je t´aime, moi non plus”, en la que su esposa Jane Birkin fingía un orgasmo. Cualquiera diría que a esas alturas no quedaba nadie con la capacidad de escandalizarse ante la expresión más íntima, pero lo cierto es que Gainsbourg terminó de forjar su leyenda de vividor y libertino, de paso que daba un barniz al personaje de Birkin, eterna adolescente vivaracha que se entregaba con tanta alegría e inocencia a los placeres de l´amour fisique.
La rutilante pareja tuvo lo mejor que se puede tener: una vida jugosa y, sobre todo, vivida. Y una hija en común llamada Charlotte Gainsbourg, actriz, cantante y poseedora del físico juncal de su madre y de un aura de misterio inexplicable que le ha valido ser la musa de Nicolas Guesquière. Y por tanto la imagen del primer y esperado perfume de Balenciaga.
En la publicidad, una Charlotte apenas vestida y en blanco y negro muestra su mirada desnuda y exenta de artificios, natural, quizás algo frágil, conmovedora; exactamente como el perfume de la casa.
No es la única en apoyar una fragancia con su imagen, máxima prueba de confianza que pueda dar un creador a su musa. Su hermana pequeña Lou Doillon ha seguido sus pasos y nos desafía sin cortarse un pelo desde la publicidad de Calamity J., la penúltima referencia de la casa de perfumería nicho Juliette has a Gun, creada por Romano Ricci, heredero a su vez de una dinastía con mucha, pero que mucha solera…
Una mujer con personalidad que hace lo que quiere sin esperar a un hombre. A todas nos gustan las chicas así, ¿no?
El caso Ingrid Bergman también merece estudio. Se podría haber pensado que no había código genético capaz de igualar su encanto, su fragilidad de mandíbula ancha y coquetos rasgos. Sin embargo ahí está su hija Isabella Rossellini, calco de la legendaria protagonista de “Casablanca”, actriz a su vez, imagen durante años de Lancôme y madre de Elettra Wiedemann, reciente imagen de la marca tras coger el relevo generacional. Relevo, también, de belleza, puesto que Elettra es distinta de sus predecesoras, un rostro menos clásico, una estructura más longilínea. Otra idea para comunicar a las compradoras de Lancôme, el glamour y la elegancia innata se mantienen, pero con ese toque nuevo más sofisticado.
¡No os la perdáis tampoco en el catálogo de Mango!