Mi pelo ‘mocho’ (débil, vaya) resucitó literalmente con el tratamiento de proteínas que aplican en Cheska (Madrid). Es tan inhabitual en mí que nada de salón me haga efecto, que he querido compartirlo con el mundo entero.
El tratamiento de proteínas repara la cutícula dañada y refuerza el pelo débil desde dentro. Así, lo reconstruye y resiste mejor la rotura.
Coloraciones, herramientas de calor, atados demasiado tirantes, viento, frío… Por no hablar del daño que produce el verano, que todas sabemos enumerar (demasiado) bien. A esto se suma el impacto de los cambios hormonales y el del estrés, profundos agresores internos que te pueden dejar la melena más pobre que la de Rappel. Recuperar el capital capilar es mucho más difícil que hacer lo propio con la piel, bajo mi único y humilde experiencia propia. Por eso, cuando noto que algo ha operado diferencia, aparte de recomendárselo a mis amigas (a quienes tengo fritas con mi pelo y sus circunstancias), tomo buena nota del activo que está paliando la carencia. Proteínas, proteínas, proteínas: tengo que dar bien de comer al pelo si no quiero que se me quede lánguido y deslucido.
Y ¿qué tiene la zarzamora? El pelo está formado por más de 300 tipos distintos de proteínas, por lo que no es descabellado pensar que una malena sometida a secadores, coloración química y demás inventos de la vida moderna esté un tanto pocha. La edad y la genética también aportan su granito de arena, por lo que, a efectos prácticos, todos los pelos necesitan una dieta proteica. Un buen tratamiento de proteínas restaura la cutícula dañada, aporta brillo al pelo y previene la caída, así como la rotura.
Una periodista de beauty es, casi por definición, una persona bastante ‘probada’. Tenemos la suerte de experimentar en carnes muchísimos tratamientos de belleza, unas veces con gran éxito y placer y otras con cierta desazón… Los últimos casos suelen quedar para nuestra intimidad y nuestros chats de periodistas. Cuando la cosa mola y se nota, es muy gratificante contarlo, como en el caso del tratamiento de proteínas de Cheska (que quizá tengan en algún otro salón de esta España nuestra, es cuestión de investigar). Me ha devuelto el tacto que tenía mi pelo hace unos añitos.
El protocolo no puede ser más rápido y sencillo. Bien de calidad-precio, diría teniendo en cuenta los beneficios. Es cosa de equilibrar necesidades y gastos, como hacemos con todo (aceite incluido. ¡Ay!).
Tras el lavado con el champú específico del tratamiento, se aplica el emplasto proteico, un mejunje cargado de aminoácidos diseñado para reparar en profundidad. Se activa con calor (pero no con plancha, sino con el secador de casco típico de las pelus) y se deja actuar durante unos 30-45 minutos. El resultado es un pelo bastante más manejable y fuerte al tacto, yo tuve un momento muy “Regreso al pasado” cuando me mesé la melena. Fue como volver a mis 30. Además, se aprecia menos caída y el pelo brilla más.
Eso sí, como la vida ‘es así’ y la naturaleza es indómita, esta fantasía no dura eternamente. Así, en Cheska recomiendan ir repitiendo el tratamiento cada mes, mes y medio o lo que buenamente se pueda.
Precio: 60-70 euros en función del largo.
Cheska
Velázquez, 61.
28001, Madrid.
Tel: 915772936.