Fíjate qué problema ahora en Navidades con el glitter más de moda que nunca. Ahora que nos gusta la purpurina, el brillibrilli o el bling bling resulta que sabemos que la mayor parte de las lentejuelas son tóxicas.
Navidades, época de fiestas, cenas, bailes… La tendencias de todos los años son los brillos a tutiplén y mucho colorido. Los escaparates se llenan de lentejuelas y sucumbimos a la tentación. Sin embargo, los vestidos de fiesta con lentejuelas pueden ser contaminantes. ¿Por qué? Porque están elaboradas con microplásticos, un material no biodegradable que suele terminar en los océanos.
Desde las tuberías de nuestras casas, las lentejuelas llegan a los mares. Allí, impregnarán el plancton del que se alimentan los animales marinos y toda esta fauna irá a nuestras mesas convertida en ricos manjares. Un cóctel de gambas puede ser la vía para que los componentes del brillibrilli lleguen de nuevo a ti. Pero no por fuera, no. Llega a tu organismo.
En 2016, un informe de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación (FAO) informaba de la presencia de microplásticos hasta en 800 especies de peces, crustáceos y moluscos.
Es más, un estudio de 2019 de la Universidad de Alicante concluyó que todas las sales producidas por salinas españolas contienen microplásticos en diferentes concentraciones, que van de 60 a 280 micropartículas por kilo de sal. Las micropartículas encontradas en las muestras de sal en España contenían en su mayoría tereftalato de polietileno (PET); polipropileno (PP 6,7 %) y polietileno (PE 3,3 %). El PET es lo que hace que las lentejuelas sean tóxicas.
Y, además de contaminante cuando se desechan, las lentejuelas son tóxicas desde el mismo momento “de nacer”. Su propia fabricación es ya contaminante porque están hechas de plástico y para producirlas se necesita agentes químicos, conocidos por acarrear problemas de salud y ser disruptores hormonales y cancerígenos.
¿Las lentejuelas siempre han estado fabricadas con plástico?
No os creáis que las lentejuelas es un adorno de ahora. En la tumba de Tutankamón, descubierta en 1922, ya se descubrieron lentejuelas doradas en las ropas del faraón. Eran sinónimo de lujo y poder.
Evidentemente, las piezas ornamentales que se encontraron en la tumba del faraón no estaban hechas con plásticos sino con metal que aún se utilizan pero no vas a encontrarlas en ropa o accesorios low cost.
También es importante la manera en que se adhieren al tejido y tiene su importancia a la hora de calibrar si las lentejuelas son más o menos tóxicas. Mientras que en los tejidos más económicos están unidas con pegamento (peor para el medio ambiente), en las mejores telas se unen cosiendo una a una al tejido.
Siempre de moda, los paillettes (en francés) tuvieron su inicio de popularidad durante los años 20 del pasado siglo durante el movimiento Art Decó. Y en los 70, la fiebre del sábado noche desató su fama. Los Bee Gees, Elvis Presley o Gary Glitter (llamado así por su afición a la lentejuela y los brillos) llenaban los escenarios de luz y lentejuelas.
Consumo consciente para evitar las lentejuelas tóxicas
Como no vas a ir constantemente vestido como Michael Jackson, te recomendamos un consumo responsable de los adornos de lentejuelas para evitar sus riesgos. Porque según otro de los estudios sobre las lentejuelas tóxicas, es cierto que la mayor parte de estos microplásticos el cuerpo los desecha, pero, según el Dr. Collin Janssen, profesor de ecotoxicología de la universidad belga de Gante, “el 1% restante es absorbido por nuestros tejidos”.
Así que, existen alternativas sostenibles, como las lentejuelas hechas de microalgas marinas (no muy conocidas), alquilar el traje en tiendas especializadas, pedírselo a una amiga o comprarlo en aplicaciones y tiendas de segunda mano y dar a esas prendas una segunda vida. No vas a encontrar el traje de Michael Jackson pero seguro que brillas igual estas fiestas.
Créditos de foto de apertura: colección otoño-invierno Desigual 2022