Fuera gordofobia y complejos corporales. Este año soñamos con una operación bikini en la que todos los cuerpos se consideren aceptables, sean gordos, delgados o normopeso.
¿Hablamos de gordofobia? En septiembre de 2020, Gareth Pugh presentó un proyecto multidisciplinario llamado The Reconstruction. Un álbum visual en el que participaron diversas figuras de múltiples áreas: músicos, artistas, intérpretes, modelos… Gente dispar unida por un común denominador: poseer (y reflejar) un punto de vista. En palabras de Pugh, “la clase de gente con que la querrías pasar el rato o tener a tu lado en una pelea”.
No es que fuera expresamente dedicada a la gordofobia, pero cuando contemplo la imagen de Jade’o’Bell, de rara y oscura belleza (la imagen, no ella), al estilo clásico de las Venus, y propia de algún futuro utópico en que una ‘gorda de las galaxias’ nos sacara a la pista de baile, siento satisfacción. La amplitud de miras y de cánones equivale a una sociedad más inclusiva, una sociedad cohesionada, emocionalmente más estable, en la que cada uno de sus miembros encuentra representación. Si es que tal cosa es posible, porque son los márgenes y los ‘monstruos’ que los habitan quienes dan al resto la medida de su ‘normalidad’.
Hace tiempo que marcas de moda ‘mainstream’ como Mango, y de belleza como M·A·C apuestan por incorporar a su imaginario opciones que apelen a un público más amplio. Lo más transgresor siguen siendo las cuestiones de género, seguidas muy de cerca por la gordura, especialmente la femenina.
Magdalena Piñeyro, presidenta de la plataforma feminista Stop Gordofobia, matiza que “el género supone una cuota más de presión sobre los cuerpos, es decir, a las mujeres se nos exige ser objeto de deseo porque si no parece que no tenemos validez en la sociedad, que no vale la pena nuestra existencia prácticamente. En la medida en que las gordas no cumplimos con esa cuota de belleza que se nos exige parece que quedamos fuera de la sociedad”.
La gordura infunde un pánico profundo. Un cuerpo gordo se lee como indisciplina, insalubridad, descontrol, indolencia. Peor todavía: como una amenaza. Raramente la imaginación da para más: por un beso de la gorda no se pasa uno la tarde en Tinder.
El discurso de la salud suele acompañar la lectura de la cartilla que toda persona gorda recibe a lo largo de su vida. Magdalena Piñeyro lo explica así: “el hecho de que alguien se pare ante un cuerpo gordo y piense en salud es ya de por sí gordófobo. La salud es algo privado de las personas. Yo no voy preguntando a cada mujer que conozco cuándo fue la última vez que se hizo una revisión ginecológica o una mamografía. Es algo personal y complejo donde cada persona tiene su propia historia. Hay muchos motivos por los que alguien puede ser gordo y por los que puede bajar repentinamente de peso o subir. La gordura puede ser un síntoma de enfermedades, a veces, más que causas. Hay toda una complejidad detrás que por culpa de la gordofobia se deja de complejizar y se simplifica: Esta persona esta gorda, tiene que hacer dieta y punto”.
La gordofobia es una expresión de odio. Dar protagonismo a la gordura declarada en las campañas de moda o en las series que todo quisqui consume es una forma de activismo. Luchar por que se amplíen las tallas, también. Facilitar la entrada de las gordas al mercado del deseo sin ser consideradas un fetiche, también.
A ‘nivel usuario’, dejar de sacar conclusiones precipitadas sobre el físico de alguien y tratarle con humanidad y respeto es un buen punto de partida para hacer la revolución. Imagínate una operación bikini en la que no sientas que tienes que librar una pelea encarnizada con tu cuerpo, sino que estás bien tal y como estás. Merece el esfuerzo.