Hambre ‘emocional’ alude a los atracones de comida que se producen para paliar la ansiedad, el estrés o incluso la tristeza.

Comer para calmarse, para encontrar consuelo -al menos, durante un rato- y no para saciar el apetito o descubrir la última fantasía con estrella Michelin de alguna súperstar de la gastronomía. Un problema que va más allá de la dieta elegida.

El hambre emocional no tiene demasiadas caras. Se presenta bajo el aspecto de tu ‘yo’ más ansioso y decaído, florece en un contexto de autodestrucción y consigue generar un círculo vicioso del que es difícil salir indemne: atracón ansioso en estado de trance – asunción de lo que se ha hecho – culpabilidad – castigo – vuelta a empezar.

¿A la postre? Kilos de más, autoestima por los suelos y la posibilidad (con tendencia al infinito) de propiciar conductas negativas, como la ‘purga’ con vómitos, laxantes o ayuno, o la práctica desmedida de ejercicio físico.

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Dominar las emociones es esencial en todos los planos de la vida. Da seguridad, empodera, facilita mucho las cosas. Pero no basta con saberlo: hay que hacerlo, y para ello nos podemos apoyar en métodos que ya han testado con éxito otros seres humanos en las mismas circunstancias. Como el mindful eating, que esencialmente viene a ser impregnar la comida en la sosegada aura del ‘aquí y ahora’.

No son muchos pasos y seguro que lo consigues en cuanto te lo propongas. Como siempre que trates de cambiar un hábito, localiza el problema, date un margen de error y recuerda valorar tus avances.

Se acabó sentarse a la mesa (si es que llegas a sentarte) para curarte las heridas.

hambre-emocional-31. Ponle nombre a lo que te pasa. Si observas que tu relación con la comida es conflictiva y te está generando un problema, enfréntate a ello. Es MUY normal canalizar la ansiedad comiendo, mucho más que haciendo crochet o plantando manzanilla en el balcón. Puede que te hayan educado utilizando la comida como recompensa o, sencillamente, puede que te calme (momentáneamente) al cambiar el patrón hormonal (especialmente si te da por atracones dulces).

2. Acude a un nutricionista y/o un psicólogo o terapeuta en paralelo. En las consultas están ‘hartos’ literalmente de tratar ese tipo de ansiedad. Es tan común que hasta en Youtube encontrarás un puñado de artefactos audiovisuales al respecto. Y muchos de ellos son buenos y te darán herramientas hasta que encuentres a un profesional.

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3. Realiza técnicas de relajación o de disuasión. Te puede funcionar respirar hondo varias veces, salir a dar un paseo o llamar a un amigo por teléfono. La cuestión es hacer algo agradable que sirva para ‘entretenerte’, retrasar el momento del atracón y que éste no sea tan compulsivo.

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4. Intenta comer con hambre. No escuches a tu cabeza, sino a tu cuerpo. Conéctate con las necesidades de tu organismo en cada momento, y dale comida de calidad, ya sea tres o cinco veces al día, según paute tu nutricionista. Cuando estás bien alimentad@, es más difícil que el cuerpo te ‘pida’ guarrerías.

5. Lleva un diario. Anota cómo te sientes antes y después de comer, y también qué has comido. Analiza los resultados cada semana para detectar tus patrones y qué te hace sentir bien o mal con respecto a la comida.