Ya somos más de 1.300.000 de españoles los que hemos pasado la experiencia con la Covid. Y yo soy uno de ellos. No he sido asintomática pero tampoco he estado ingresada.
Tras una mascarilla que me cubre cada día la cara desde hace casi 6 meses, estoy yo, una de las más de un millón de personas que nos hemos contagiado del virus Sars-CoV-2 o coronavirus. Ya engroso la lista de infectados, aunque, afortunadamente no he estado hospitalizada.
En este post os voy a contaros mi experiencia con la Covid. No he sido asintomática pero tampoco he estado grave. He sido una de tantas infectadas que les ha pillado el bicho por sorpresa porque medidas las he tomado todas. Alguna me habrá faltado…
Evidentemente, algo ha fallado. He ido por la calle siempre con mascarilla, llevo gel hidroalcohólico, me lavo las manos mil veces al día, no he estado con nadie que no fuera mi familia, y sí, ahí ha estado, en mi familia. El primero que se contagió fue mi marido y, de ahí, en cascada, nuestro hijo y yo.
Hasta el 9 de noviembre, y según los datos proporcionados por el Ministerio de Sanidad, nos hemos infectado por Covid algo más de 1.300.000 personas. Ha habido 169.621 ingresos hospitalarios, de los cuales 14.235 han pasado por la UCI. Algo más de un 15% de los infectados ha pasado por un hospital, lo que significa que es un virus con una alta capacidad de contagio, pero también es verdad que muchos nos curamos y no tenemos que ir al hospital.
Tres de tres
Y tan contagioso… En mi caso, tres personas viviendo juntas y los tres contagiados. Mi marido fue el primer positivo de la familia.
Con estas perspectivas, cuando llamé a mi centro de salud (me atendieron a la segunda llamada de teléfono y mi médico me llamó por la tarde para prescribirme la PCR) ya estaba casi segura de que sí tenía coronavirus. Al día siguiente tenía los resultados: Sí, era positivo por Covid-19.
Cada día un síntoma distinto
La Covid-19 es un virus caprichoso, tiene sus manías y sus preferencias. A unos les pega duro, muy muy duro (casi 40.000 fallecidos); a otros, les deja hechos trizas y con otros parece que juega: un día te duele una cosa y al día siguiente, otra.
Por eso quiero contaros mi experiencia con la Covid, para que veáis que la mayoría salimos de ella, pero que hay que mantener las medidas de seguridad: mascarilla en cuanto se sale de casa, distancia de seguridad e higiene de manos, además de saber que el virus se mueve muy bien en ambientes cerrados, según los últimos estudios científicos.
Empecé con una tos seca y picor de garganta. Nada más. Al día siguiente, febrícula (no pasé de 37,8º C y ya no tuve ningún día fiebre. Otro día, escozor de piel, como si tuviera cerillas por debajo de la epidermis y me quemaran. Ya estamos a domingo, y ese día tocó dolor de cuerpo. Estaba baldada, me dolía todo. El lunes empecé a estar cansada. El martes se me inflamó un ganglio en el cuello, lo que indicaba que sí había una infección.
Seguimos con el baile de síntomas en mi “he probado” la Covid, y el miércoles por la noche me empezó a doler el pecho y la espalda. ¡Uy! Ahí sí me asusté, e hice lo que me recomendó la enfermera que llamaba a mi casa cada 2 días: me tomé un paracetamol. Y si tengo dificultad para respirar la consigna es llamar al 112 o a mi centro de salud.
El jueves ya no me dolía ni el pecho ni la espalda. Los demás síntomas ya no estaban, excepto el cansancio que se quedó a vivir en mi cuerpo.
Las rosas huelen, ¿verdad? Pues yo el jueves ni olía ni me sabía la comida a nada. Daba igual que me comiera un alimento u otro. Era una sensación rarísima.
Es muy habitual perder el gusto y el olfato. “Tardará en volver, pero que lo importante es que no tengas fiebre y que respires bien”, me dijo la enfermera.
El fin de semana seguía sin síntomas importantes: sólo la falta de gusto y de olfato y el cansancio, que cada día iba a más. Un cansancio brutal, como nunca me había sentido. Lo curioso de este agotamiento es que no se va con nada; ha decidido acampar en tu organismo y se queda en él hasta que le da la gana.
Según un estudio del Hospital St James, de Dublín, el cansancio es más frecuente en mujeres que en hombres (¡qué alegría!) y suele perdurar durante un tiempo, meses incluso.
El lunes ya había cumplido 11 días desde mis primeros síntomas en mi experiencia con la Covid y la enfermera, por fin, me dio el alta. No, no ha habido PCR de confirmación. Mi cansancio se ha mantenido exactamente igual, o sea, alto, y seguía sin olfato y sin gusto.
Afortunadamente, el jueves, es decir, casi dos semanas después de esa tos seca y la febrícula me empecé a encontrar mucho mejor. El cansancio casi se había ido de mi cuerpo y empecé a oler.
¿Y ahora qué hago?
El post Covid me lo he tomado en serio, que no es cuestión de recaer ni de seguir encontrándose mal.
Me he dejado aconsejar y estoy tomando jalea real de Arkopharma y un complejo vitamínico con vitaminas B, Zinc, Biotina y Q10, entre otros porque, según la farmacéutica Inma Riu.“La vitamina B da mucha energía; la Q10 es un antioxidante y se utiliza también cuando estás cansada”. Además, me aconsejó probióticos porque “hacen que la microbiota intestinal funcione perfectamente y contribuye a tener un sistema inmune fuerte”, y vitamina D.
Javier Anido, médico estético, con el que hablé para un asunto sobre cómo eliminar las ojeras y del que os hablaremos en breve, me contó lo que él está tomando tras pasar también la Covid. “He estado leyendo mucha información científica y, como esta enfermedad también produce microtrombosis estoy tomando (lo recomiendo a todo el mundo y todo el que viene a mi clínica se lleva el protocolo para que se lo tome) Omega-3 para dar elasticidad a las arterias y venas pequeñas, vitamina D, gluconato de zinc, para que no se replique el virus dentro de la célula; melatonina, que se ha visto que interviene en los procesos inflamatorios de la piel y de las arterias”.
Y aquí acaba esta historia de mi experiencia con la Covid. Ya estoy recuperada del todo, pero no voy a bajar la guardia.
P.D: Mi hijo sigue con anosmia un mes después de la infección. Con este virus no se juega.