Acepté el reto de Proveg de una semana sin comer carne y estoy feliz, más sana y con menos toxinas.
La semana sin carne va más allá de la mera alimentación saludable para entrar en el campo de la concienciación ecológica. No sólo sobre el gasto de agua y energía que supone la ganadería o la matanza de animales. También por la incidencia en el cambio climático y por las presentes y futuras pandemias zoonóticas que nos acechan, desde el Covid-19 a la gripe aviar, porcina o el SARS. El vínculo entre la industria ganadera y los mercados de animales suponen un mayor riesgo de pandemias y es algo que ya está demostrado científicamente.
¿Ante tanta pandemia, acabarán por prohibir el consumo de carne, además de confinarnos?
Este reto puede parecer fácil para una mujer omnívora como yo. Pero al principio me daba un poco de vértigo porque necesito proteínas animales. Por eso me decanté por incluir además de vegetales, frutos del mar. Me encanta el pescado y el marisco, menos mal que eso sí estaba permitido en esta dieta. Lo único que no podía era carne y todos sus derivados, incluido el pate de foie. Me encanta el jamón y el fuet, y esos sandwichs de fiambre de pavo con lechuga y tomate que se quedaron sólo en sandwichs vegetales.
Menos mal que existe la dieta flexivegana y la ovo-lacto-pisci-vegetariana que fue la que yo hice. Pero es que hay que concienciarse no sólo con la mascarilla también con el planeta. Aunque creo que yo lo estoy bastante. Soy una maniática y un alma entregada al reciclaje de plásticos, vidrio, cartón y residuos bio. También estoy concienciada con reducir el consumo de casi todo: agua, luz, aire acondicionado, calefacción y prendas de ropa innecesarias. Antes era más caprichosa, me refiero a cuando era adolescentey un poco fashion victim. He llegado hasta soñar con zapatos y vestidos.
Pero volviendo a poner toda la carne fuera del asador, tengo que reconocer que no me resultó muy complicada la dieta porque sabía que sólo iba a durar una semana y cuando me comprometo a algo lo cumplo hasta el final. Siempre he sido muy obediente y muy de retos. Pero cuando acabé lo primero que hice fue tomarme una ración de jamón 5 Jotas que me estuvo tentando desde la nevera durante 7 días y 7 noches. La carne es débil, la mía sobre todo. Sí, aguanté el reto como una leona, gracias a gambas, berberechos, mejillones, langostinos, merluza y atún.
No hay duda que mis digestiones fueron mejores, y la verdad es que mi estómago lo agradeció y el planeta seguro que también.
Nada de seitán, ni carne artificial, nada que me recordara a la carne de verdad. Si no puedo, no como, siempre he sido muy obediente, pero los sucedáneos no me van nada porque me recuerdan a lo que no puedo y prefiero alejarme del foco de deseo totalmente.
Tampoco consumo tanta carne roja habitualmente, pero de vez en cuando sí cae una hamburguesa hecha en casa y mucho pollo en todas sus formas. Me encanta comer y cocinar y eso me salva de muchas comidas procesadas porque siempre me gusta más lo que cocino yo.
Disfruto cocinando y creo que lo hago bien por lo que dice mi marido y mi propia hija que es cocinera y excelente repostera.
Como dice una de mis mejores amigas, en tu casa siempre se come muy bien, haya carne, pescado o ensalada. En la variedad está el gusto y en mi dieta siempre la hay.: frutos secos, verduras, legumbres y muchas especias. Pero definitivamente soy incapaz de comer algo que mi paladar rechace al primer intento. Dentro del mundo vegetariano hay algunas cosas que no me puedo tragar. Adoro las frutas bio, pero los copos de avena, la soja y el tofu no me van por más sanos que sean. Otra cosa son las infusiones de hierbas, las pastas integrales o el humus, por poner algunos ejemplos favorables. Sin embargo hay cosas que he comprado en el herbolario que no puedo con ellas: chocolates con stevia, patés vegetales con un sabor inexplicable. Uff! qué malos están y no han ido directamente a la basura porque no me gusta tirar comida; siempre intento dárselo a alguien que lo pueda disfrutar. Soy omnívora, sí, pero para mí la comida es un disfrute.
La verdad es que no ha sido tan grave estar una semana sin comer carne, incluso me ha venido bien. Me he sentido más ligera y no ha sido para tanto. Podría seguir así tranquilamente y sería mejor para mí y para la humanidad entera. Estoy convencida que la carne tiene los días contados y de aquí a poco todos tendremos que cambiar de alimentación. La carne artificial ya es una realidad, espero que me guste y saber cocinarla para poder disfrutar de ella.
Doy las gracias a Proveg por proponerme este reto de estar una semana sin carne. He sobrevivido y me he encontrado mejor, además me ha hecho reflexionar mucho sobre el o la Covid-19 y el cambio climático. Creo que debería hacerlo una vez al mes y probar si puedo seguir más tiempo sin comer carne, pero necesito proteínas animales y el pescado me las puede dar.