Los hombres no van al pediatra con sus hijos, pero sí “ayudan” algo en casa…
La doctora Niño, pediatra tenía que ser con ese apellido, no da abasto con tanta otitis, virus gastrointestinales, bronquiolitis… Pegadas a su consulta hay otras tres para niños y, como estos días tan soleados se vuelven helados de noche, la sala está atiborrada de bebes con mocos, tos, niños con los ojos medio cerrados de la fiebre, mofletes de color frambuesa…
Voy contando y me salen unos veinte niños y unas 16 madres o abuelas frente a cuatro padres. Me comentan las chicas de recepción que la mayoría de ellas trabajan ocho horas al día, igual que los padres, pero que no aumenta con los años el público masculino. La desigualdad persiste a pesar de que al rato de espera con el niño llorando, dormido, rebozándose en el suelo, hay que añadir el de la consulta. Después, hay que ir a buscar el Pectox o el Clamoxyl a la farmacia.
¡¡ Total, no menos de dos horas muchas veces, que casi siempre nos tocan a las mamás…
Algunas encuestas reflejan que sólo un 20% de los hombres se han hecho mientras tanto la cena, tendido la colada o planchado camisas. Al llegar se han pegado a la tele y como mucho se han recalentado el pollo al ajillo o esperan a que se la haga su mujer. Luego, cuando la última encuesta del INE cuenta que las mujeres dedican una media de 4 horas diarias a la casa, y ellos de 2 con 35 minutos, se escucha la frase ya acuñada: ‘Es que yo también ayudo en casa“. “Es que yo también llevo a los niños al parque“, “No me das las gracias por haber cocinado“. Oiga, es que usted no es una ayuda, es que forma parte de la casa. Tiene que lavar platos porque los usa y pastorear a los niños de paseo porque es su padre, no por hacer un favor.
Si nosotras hemos entrado, por fin, en el mercado laboral, pues que entren ellos en el de las tareas domésticas, esfuerzo odioso y nada gratificante. La ropa de bebé ya no es rosa o azul y, mientras los dos trabajen las mismas horas fuera de casa, pues el mismo tiempo tienen que echarle dentro. Aún tengo amigas de curro mañana y tarde, que, cuando su marido llega a casa grita: ¿Qué hay de cena? Y noto me rebota en el disco duro. En todo caso sería: ¿Qué podíamos cenar hoy? o ¿Quién hace la cena?
Como dice mi amiga Carmen de la Serna, somos una generación estafada. Nos convencieron de que había que hacer una carrera y ser independientes económicamente. Pero lo que no dijeron ni en la letra pequeña es que , además, había que ocuparse de niños, casa, no engordes, vete pintadita al trabajo, cuida a tus padres mayores, ve a Pilates… Pues sí, entramos al trapo y ahí resistimos: menuda estafa.