Llega la psicooncología, la ciencia que te ayuda a superar mentalmente tu enfermedad.
Siempre esperas que le pase a otro, decía en un vídeo Inés Sainz, Miss España 1997, empresaria y escritora a la que hace muy poco le detectaron un cáncer de mama. Ella misma lo ha dado a conocer a los medios de comunicación y nos ha dicho a todos que “lo voy a superar”. Con esa confianza, Inés afronta el reto más importante de su vida, porque como dice Sandra Ibarra, la modelo que lucha contra esta maldita enfermedad desde hace años, “Es importante estar emocionalmente bien para luchar contra el cáncer”.
La Asociación Española contra el Cáncer y la empresa Solán de Cabras se han unido en la lucha contra esta enfermedad y han presentado un documental, La emoción del bienestar, donde la importancia de sentirse bien en esta batalla es clave.
Una batalla, que no una guerra, porque el cáncer ahora mismo tiene una altísima tasa de curación. Según la AECC, la tasa de mortalidad por cáncer de mama es muy baja, con 28 fallecimientos por cada 100.000 habitantes.
Lo importante cuando está detectado es, además de ponerse en manos de los especialistas, cuidar mucho nuestra mente, ese duendecillo que puede complicarnos la vida.
Aquí es donde entra en juego la psicooncología, una aplicación de la psicología clínica que busca mejorar la calidad de vida de los pacientes.
Mª Victoria Sánchez, psicóloga clínica y directora de GrupoLaberinto Psicoterapia para la Salud, nos da la pautas para conocer qué hacer ante una noticia tan impactante y cómo encontrar la ayuda necesaria.
Belleza Pura: ¿Qué es lo primero que tiene que saber una persona a la que le han diagnosticado un cáncer, desde el punto de vista psicológico?
Mª Victoria Sánchez: “Lo primero que debemos hacer es dejar que la persona digiera esta información, y ayudarle si es necesario. Hay muchas posibles reacciones, cada experiencia es una vivencia subjetiva única. Será útil que la persona pueda conectarse con su estado mental y cuidar a nivel médico y emocional: detectar qué necesita y cómo podría conseguirlo. Hay que tener en cuenta que un diagnóstico, del tipo que sea, es traumático, y cada uno lo digerirá dependiendo de su capacidad de procesamiento y el apego que haya recibido en su infancia, entre otras variables”.
B. P.: ¿Son reales las 6 reacciones emocionales ante un cáncer: shock, miedo, negación, ira, depresión y aceptación?
Mª V. S.: “Estas son las reacciones que tradicionalmente se han descrito dentro de un proceso de duelo. No siempre se pasa por todas ni tiene que ser en ese orden ni de la misma manera. Va a depender de la situación vital de esa persona en ese momento, su estado mental, sus recursos y de su biografía. Hay un modelo de necesidades y tareas en el duelo que propone que puede haber una reacción de aturdimiento/choque, evitación/negación, conexión/integración y crecimiento/transformación. Decíamos antes que el tipo de apego es un factor a tener en cuenta para entender la reacción de cada uno: puede ser seguro o inseguro. Si es seguro, tendrá más herramientas para gestionarlo, ya sean propias o contando con el apoyo de otras personas. Si es más ansioso-preocupado se puede manifestar más la ansiedad y miedo; si es más evitativo se tenderá a minimizar o desconectar del impacto emocional, y si es desorganizado es más probable que se genere psicopatología. Se activarán respuestas automáticas, pero se pueden adaptar a la situación presente, dependiendo de mi capacidad de conexión y regulación emocional”.
B.P.: ¿Cómo atacar cada una de ellas?
Mª V. S.: “Cuando nos enfrentamos a una experiencia estresante o traumática, y un problema de salud lo es, no hay que atacar ni eliminar ni tampoco ignorar nuestra reacción emocional. Lo que nos va a ser útil es digerir esta información. Aceptar y tolerar en un primer momento nuestra reacción emocional, y que los demás también lo hagan. Intentar suprimir una emoción a medio y largo plazo tiene un coste alto a nivel psicológico”.
B.P.: ¿Las personas tenemos recursos psicológicos para enfrentarnos a una enfermedad y superar nuestro miedo?
Mª V. S.: “Desde luego, no es lo mismo vivir en una situación de estabilidad de la salud y una de enfermedad, y debemos tener en cuenta que todas las emociones tienen una función. Por ejemplo, el miedo puede hacer que nos pongamos en marcha, que nos protejamos. Si hay un estímulo peligroso (ejemplo, una enfermedad) y lo ignoramos, ponemos en mayor riesgo nuestra supervivencia. Así, no es tanto superar el miedo sino gestionarlo y convertirlo en algo útil. Si es excesivo, me paralizará, y si es insuficiente o no lo noto porque estoy desconectado también. Parte importante de nuestros recursos mentales se genera en la primera infancia. Si los adultos han conseguido construir conmigo una relación de apego seguro voy a tener más facilidad en la gestión de situaciones estresantes. Además, será importante mi situación laboral, familiar y social en la actualidad: será muy diferente la vivencia de un diagnóstico si estoy aislado, con dificultades económicas… a si tengo un trabajo estable, red social, apoyo de mi pareja y familia… Si por ejemplo tengo miedo a perder mi trabajo, si tengo una situación de baja laboral probablemente el nivel de ansiedad y preocupación será mucho más elevado”.
B.P.: ¿Cómo se trata a alguien se niega a saber que tiene un cáncer, o esto no sucede en estos tiempos?
Mª V. S.: “Una persona adulta puede decidir cuánta información quiere tener sobre su salud y los procedimientos médicos que va a seguir. Uno de los principios fundamentales en los que se basa la ética biomédica es el respeto a la Autonomía del Paciente: tiene en cuenta la libertad y responsabilidad del paciente que decide lo que es bueno para él, aunque ello no sea compartido por el médico”.
B.P.: ¿Los pacientes superan el trauma de un cáncer o siempre lo llevan con ellos?
Mª V. S.: “Depende del sentido que le demos a esta palabra. Quizá se ajusta más la palabra procesar. Cuando vivimos una situación estresante/traumática, se van a activar tres cosas: emociones (miedo, tristeza, ira, asco…), el cuerpo (tensión muscular, diarreas, cefaleas, bruxismo…) y creencias negativas sobre mí mismo (“no soy capaz”, “no logro tener lo que quiero” “no soy querible”…). En este momento se va a activar nuestro sistema de procesamiento, que va a hacer que todo esto vaya disminuyendo y se vaya serenando. Cómo fluya este proceso dependerá de si es un estresor agudo o crónico, mis recursos de afrontamiento, situación en el presente y biografía (otros traumas). Algunos de estos factores pueden hacer que el procesamiento no se complete, con lo que hay una parte de emociones, sensaciones y creencias negativas nos siguen acompañando. Es como si por cada recuerdo si procesar lleváramos una bomba por dentro, y cuando hay una mecha, explota. Si por ejemplo, yo tengo que procesar una carga importante de miedo, lo que va a ocurrir es que va a aparecer en el presente de manera inadecuada (ejemplo, que no encaja con la situación del presente) o excesiva (ejemplo, una reacción desproporcionada). Todo esto puede generar una amplia gama de síntomas, dificultades y sufrimiento. Cuando procesamos un recuerdo sería como la cicatrización de una herida: primero duele (hay que atenderla y curarla), luego hay que dejar un tiempo y mantener los cuidados necesarios, y al final queda una cicatriz más o menos grande depende de cómo fue la herida. Forma parte de mi historia, ha dejado una huella, pero ya no duele. Además, cuando procesamos algo traumático, comienzan a surgir más creencias positivas sobre mi mismo. Y si la situación de estrés se mantiene, lo que surgen son más recursos para afrontarlo”.
B.P.:¿Alguna recomendación para quien en estos momentos se esté enfrentando a un cáncer?
Mª V. S.: “Poder hacerse preguntas, ¿cómo estoy? ¿qué necesito? Luego, poder poner límites: muchas veces las personas de nuestro alrededor comienzan a darnos consejos que no hemos pedido y no nos ayudan, aunque tengan buena intención. Si las emociones son desbordantes o están interfiriendo en que me pueda cuidar, se puede contar con la ayuda de un psicólogo que facilite el procesamiento. Una intervención breve puede prevenir problemas de salud mental más graves, como por ejemplo una depresión. Otra ayuda extra puede ser un especialista en psiconeuroinmunología, que dependiendo del estado de salud puede asesorar respecto a la alimentación, tipo de ejercicio físico más recomendable, y ayudar a minimizar la activación de los ejes del estrés”.