El feminismo ha tomado un nuevo impulso y las mujeres ya no estamos dispuestas a dar pasos hacia atrás.
Escucho a los líderes de ese partido emergente –y de ultraderecha- llamado Vox hablar de la necesidad de derogar la Ley de Violencia de Género y de otras lindezas sobre las mujeres y además de sentir miedo, encuentro nuevas razones para reafirmarme en mi feminismo. Dice en un artículo su vicesecretaria de Movilización, Alicia Rubio, que las mujeres no estamos discriminadas en España, que no existe brecha salarial y que gran parte de las denuncias de violencia de género no tienen fundamento ni base real, sino que son un ardid para conseguir ventajas en los divorcios y se pregunta “las razones por las que se ocultan los casos de hombres y niños asesinados por mujeres”.
Por eso, y por mucho más, hoy, 8 de diciembre, es el turno de nuestro post homenaje a ese 8 de marzo Día de la Mujer Trabajadora en el que muchas mujeres decidimos que hasta aquí había llegado el mangoneo constante hacia el género femenino. Aunque esto nos cueste que muchos hombres, y tristemente también mujeres, saquen a pasear el término “feminazi” para denostar un movimiento que ha tomado un nuevo impulso y ha sumado a la causa a mujeres –y hombres-de todas las índoles.
Según el Diccionario de la Real Academia feminismo es “Principio de igualdad de derechos de la mujer y el hombre”. No queridos retrógrados, feminismo no es el femenino de machismo, empiezo a estar bastante cansada de la misma matraca. Las feministas no odiamos a los hombres –incluso nos gusta rodearnos de aquellos que nos respetan, que nos tratan como iguales-, muchas también nos depilamos –cuando nos da la vida para ello, eso sí-, nos pintamos las uñas, nos ponemos tacones…
Afortunadamente el hartazgo femenino ha llegado a tal punto, que las mujeres, abuelas, madres e hijas, hemos empezado a levantar la voz como hace mucho tiempo que no lo hacíamos, hemos empezado a hacer piña, a apoyarnos entre nosotras para plantar cara a sentencias vergonzantes, líderes internacionales machistas redomados y tantos y tantos ejemplos de desigualdad. Fue una especie de despertar, de tomar conciencia, un espíritu feminista que en mi caso, lejos de enfriarse, no hace sino crecer día tras día. Un feminismo plural y diverso.
Crecí educada en la igualdad, creyendo que no había diferencias entre niños y niñas, pensando que podría ser lo que me propusiera. Crecí con la sexualizada barbie como una de las muñecas preferidas de las niñas, pero también con la muñeca Chabel, siempre preparada para vivir aventuras y que se vendía bajo el lema “Chabel, como tú quieras ser”, una muñeca que practicaba deportes de élite y con profesiones completamente al margen de cualquier brecha de género: tenista, reportera, astronauta, golfista…
Pero a medida que me fui haciendo mayor, fui abriendo los ojos a un primer mundo –de las desigualdades en los países en vías de desarrollo ni hablamos- donde la igualdad no es real, ni mucho menos. Cuantos más años tengo, más conciencia tomo del machismo que me rodea, y desde que soy madre, mi preocupación se ha multiplicado.
Redescubro los cuentos infantiles con horror porque veo machismo por todas partes, veo como la historia borra los logros de las mujeres, como la ciencia silencia a las científicas, la historia de la pintura a las artistas… Me doy cuenta de que cuando estudié periodismo, ningún profesor -ni profesora- me habló de ninguna periodista. Pero eso parecen cuestiones menores ante los continuos casos de mujeres que sigue siendo asesinadas o maltratadas por sus parejas, de las que son violadas, de las que sufren acoso, de las que cobran menos por el simple hecho de ser mujeres, y un largo etcétera de ejemplos que justifican, y cómo, la necesidad de un movimiento feminista que dejará de hacer falta cuando todo esto haya desaparecido.
¿Qué tú no eres feminista porque no sientes ni esa desigualdad ni ese machismo en ningún ámbito de tu vida? ¡Abre los ojos y mira a tu alrededor! Sé feminista por las mujeres que sí lo sufren, por tus hijas y por las que vendrán.