Las emociones pueden incidir en nuestra salud, según la terapeuta Claudia Miraglia.
El Día Mundial de la Salud es una fecha importante para meditar sobre cómo está nuestra salud y cómo nos gustaría que estuviera. La salud es el bien más preciado que tenemos, quizá el único que verdaderamente importa. Por eso, todo lo que hagamos por ella será un punto a nuestro favor, y cuidar nuestras emociones es también cuidar nuestra salud.
La Organización Mundial de la Salud pretende sensibilizarnos sobre la importancia de adquirir hábitos de vida saludables y la necesidad de establecer vínculos y relaciones sociales con el entorno como una forma de promover la salud y el bienestar de las personas.
La terapeuta Clauda Miraglia destaca la importancia de la conexión entre emociones, cuerpo y mente para la salud. “La salud es un sentimiento de bienestar que cada persona experimenta de forma única. Ciertas enfermedades, por el contrario, pueden verse afectadas por la falta de paz interior”, afirma Claudia Miraglia. Para la terapeuta, hay cinco factores emocionales que inciden en nuestra salud y que debemos trabajar para poder controlarlas. El principal es la integridad interior. “La integridad interior consiste en reconocer las emociones que se manifiestan en uno y saber liberarlas. La ingratitud, la ansiedad por ser alguien importante, la falta de empatía ante el dolor de los demás y de espiritualidad también perjudican nuestra salud”, explica la terapeuta.
Otra visión que avala la conexión entre emociones, mente y cuerpo lo explica la ciencia pura y dura: la neurocientífica y farmacóloga estadounidense Candece B. Pert explica en su libro “Las moléculas de las emociones” cómo cuando expresamos emociones todos nuestros sistemas funcionan en armonía. En cambio, según Candace, cuando las reprimimos o negamos, las vías conectoras se bloquean impidiendo que la química que rige nuestra biología funcionen correctamente, y es así cómo se producen las enfermedades.
Pero aún hay más: varios investigadores del Departamento de Psiquiatría de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM) argumentan que la felicidad contribuye a tener un mejor estado de salud y para llegar a esta conclusión han entrevistado a 50.000 personas de nueve países y los resultados han mostrado que la felicidad está relacionada con la salud tras controlar el efecto de otros factores como el sexo, la edad, el nivel educativo, el nivel de ingresos, el estado civil y el lugar de residencia. También han concluido que las emociones negativas tienen un mayor peso sobre la salud que las emociones positivas.
Según los investigadores, estos resultados ponen de manifiesto que para mejorar la salud de una población no sólo es necesario elaborar políticas sanitarias. La investigadora Marta Miret, una de las autoras del artículo publicado en la revista Globalization and Health, ha afirmado que “también es importante realizar intervenciones que ayuden a que las personas se sientan más satisfechas con sus vidas y que pasen menos tiempo realizando actividades que les hacen experimentar menores niveles de felicidad, como disminuir el tiempo que dedican los ciudadanos a los desplazamientos. Esto implicaría que el sector sanitario puede colaborar con otros sectores como el sector cultural, de infraestructuras o de planificación urbana con el fin de contribuir a una mejor salud de la población”.
¿Y qué podemos hacer para canalizar bien las emociones? Claudia MIraglia afirma: “Sólo a través del conocimiento propio podemos liberar eficazmente las emociones que nos bloquean y que en el futuro pueden manifestarse como una enfermedad”.