Lionel Messi lo ha vuelto a hacer. Hace escasos días y con la magnitud necesaria para que ningún otro acontecimiento lo sepulte al rincón de lo obsoleto. Y no, no nos referimos a defraudar una millonada entretenerse en la contemplación de las musarañas mientras su padre le gestionaba los asuntos, como alguna que otra ilustre degenerada española, sino a copar los medios de comunicación. Aunque, esta vez sí, con una noticia de relevancia para los esforzados contribuyentes: su cambio de look. Gracias por esto, mes de julio, sabíamos que no nos dejarías hambrientos.
Cinco minutos, quizá 3:34’. Ése fue el tiempo, más que suficiente, que tardó la red en inundarse de jocosos memes y encarnizados debates tras la subida a Instagram –la ‘ascensión’ mariana, más bien- del nuevo aspecto de Messi gracias a su señora, una orgullosa y amantísima Antonella Roccuzzo. Pero ya sabemos que las redes sociales no son tan cariñosas como una madre o una pareja que nos quiere, y la ibérica chufla sigue anegando a los navegantes 2.0 doquiera que pretendan atracar.
En el propio seno de Belleza Pura hemos depuesto nuestras obligaciones para celebrar un pleno especial sobre este desconcertante golpe de timón del balompedista argentino. Esa disonancia entre barba pelirroja y testa rubio pollo (‘rubio ceniza’, como sostiene su peluquero sin desfallecer), esa discromía que atenta a nuestras retinas y nos sume en un desasosegante Stendhal inverso del que no vemos escapatoria, son un desafío a toda lógica y merecen estudio. La pregunta es obvia pero obligatoria, ¡¿por qué ese rubio?! ¿La sombra de Beckham es alargada? ¿Se trata de una maniobra de distracción orquestada con sabiduría desde poderosos grupos de presión para que dejemos en paz el otro asuntillo aquel? En ese caso, ¿por qué no se rapa la infanta, si tan bien le ha salido a Messi? ¿Por qué ese contraste cromático entre sus tejidos capilares faciales? ¿Sabía La Pulga que iba a dividir el país entre partidarios y detractores? Demasiadas preguntas para un solo desatino estético.
Ariel Bermúdez, el tijeras más solicitado y parlanchín de los últimos días, ha declarado a diversos medios que con este look “Messi deja atrás la cara de niño para adoptar un look más agresivo”. El tono, insiste en aseverar, es “un rubio ceniza gris, propio del verano europeo”. La viril irrupción de la barba en el otrora lampiño rostro de Messi se debe a una recomendación estratégica de Bermúdez, quien ha expresado así los dimes y diretes en torno a este candente aderezo: “Le venía pidiendo que se deje la barba. Yo a veces lo veía con barba de unos días o de una semana y le decía que me gustaba porque le daba un look más varonil, más de hombre y no tan de nene. Me parecía que lo de la barba es una buena opción para cambiar el look en los hombres, que no tienen muchas más opciones”. El pelirrojo de la barba es el tono natural de Messi porque “tampoco era cuestión de cambiar todo”, concluye filosóficamente Ariel.
Entre tanto la opinión pública sigue a la deriva, rugiente, sin asidero firme, perdida entre un mar de memes y personajes de la cultura popular disfrazados de Messi, entre photoshopazos y tuneos de diverso jaez que nos conducen al vertedero 2.0 en el que muere un gatito con cada chiste malo. El look de Messi es más que un cambio de imagen, es la piedra de toque de una sociedad que exorciza sus múltiples y variados males a través del (discutible) ingenio en las redes sociales. Hablemos, mientras podamos, del look de Messi. Mañana será historia.