Los legendarios polvos Terracotta de Guerlain alcanzan una cifra señera. 40 años partiendo la pana en maquillaje. Y lo que les queda.
Son mejor opción que el sol, por mucho que los negacionistas del daño solar sostengan lo contrario. Los polvos Terracotta de Guerlain llevan 40 añitos bronceando a las mujeres, y en esta Santa Casa sabemos por qué.
Dicen quienes consiguen cosas que lo importante no es llegar, sino mantenerse. Es el caso de los Terracotta de Guerlain, mítica polvera con pocos rivales en el mercado (por citar algunos, los Hoola de Benefit o la polvera de Nars).
¿El enigma de su fórmula, cuyo secreto se mantiene sellado bajo 7 llaves junto al de la Coca-Cola? Una combinación de factores de espacio-tiempo sumados a un toquecín de marketing y, por supuesto, a un efecto cosmético incuestionable que pone buena cara al instante.
¿Dónde estabas tú en 1984? Yo, jugando con mis muñecas. Entre tanto, Guerlain lanzaba su primera versión de los Terracotta, en pleno momento en que estar bronceado equivalía a estatus, pero ya se empezaba a hablar de los peligros del sol y del concepto ‘foto-envejecimiento’. Mientras el resto de propuestas del mercado proporcionaban un moreno de aspecto falso, los Terracotta se fundían con la piel de un modo que permitía inventarse semanas de playa aunque no se hubiera salido de la oficina. Una ‘naturalidad’ que trasciende también a los ingredientes: un 96% de pigmentos minerales y nácares de origen natural.
Broncear está fetén, pero no es todo en la vida. Entre las ‘prestaciones’ de estos polvos, se encuentran las propiedades nutritivas que le aporta el aceite de argán. Esto contribuye a que la piel no se seque y los polvos no se cuarteen (lo que queda horroroso). Además, a día de hoy se presentan en tres niveles de intensidad, Light, Medium y Deep. A su vez, se declinan en dos tonos, Cool y Warm. Seis tonalidades que se adaptan a todos los tonos de piel y con los que, a su vez, se puede jugar con la aplicación para depositar un toque de sol, colorete o para marcarse un contouring de campeonato.
¿Para rematar la faena? El envase se actualiza cada tanto, siempre bajo la premisa de que el diseño mantenga una identidad reconocible y exclusiva. Al hilo de la eco-tendencia responsable, ahora se puede recargar, lo que supone un ahorrillo cada vez que te pegas un ‘polvazo’. Además del resto de ventajas de las recargas, claro.
Precio: 55 euros.