Recrea en tus párpados las alas de un ave del paraíso con sombras de ojos flúor
Las sombras de ojos flúor son mi última obsesión en materia beauty, y no estoy sola
Las sombras de ojos flúor llevan un par de años partiendo la pana en redes sociales, festivales y fiestas de guardar, pero no siento haber llegado tarde a esta alegre tendencia. Una se sube al carro cuando su propio reloj biológico le indica; en mi caso, en mis nunca del todo bien ponderados 42 ‘palos’. Cosas de la disforia de edad (guiño, guiño).
Uno de los principales atractivos de las sombras flúor es que iluminan la mirada una auténtica barbaridad. Quedan preciosas, tanto si decides aplicarte un color block (un único tono en todo el párpado) como si eres de esas personas habilidosas que saben hacerse fantasías en varios tonos. En Internet hay verdaderas proezas en esta materia, y garantizo que no es del todo fácil al ser polvos muy finos y volátiles que requieren de cierta pericia.
Si te animas a probarlas, te recomiendo que tengas a mano varias brochas para sombras de ojos bien limpitas: así podrás emplear un color en cada utensilio y probar distintas combinaciones en tus párpados.
Otro de los atractivos de estas sombras -y no es en absoluto desdeñable-, es que brillan con la luz ultravioleta de las discotecas, lo que las convierte en las aliadas perfectas de tus noches de blanco satén.
Si estás empezando con ellas y todavía ‘no te ves’, prueba a maquillarte los ojos como de costumbre y aplicar un único toquecito en el lagrimal del color que te apetezca.
Una vez te animes a explorar las infinitas posibilidades cromáticas que ofrecen estos tonos -tan bonitos de noche como de día-, recuerda las Sagradas Reglas de las Sombras de Ojos que nos dejó escritas Moisés en tablas de piedra: los tonos más claros se ponen en el lagrimal y bajo la ceja y, los oscuros, a lo largo del párpado. Exactamente como haces con las sombras normales.