El micrograyling persigue resolver problemas de despoblación de la ceja para conseguir el resultado más natural.
Desde las colinas de Hollywood con amor nos llega el micrograyling, una técnica de pigmentación de la ceja distinta a todas las conocidas.
Se presenta como la técnica que consigue un efecto más realista, prácticamente como de haber nacido con esa ceja. La clave del micrograyling es su capacidad de combinar sombras, colores y degradados para crear la ilusión de una ceja real, no dibujada.
Podremos tomar el sol en nuestras partes nobles (a la par que pudendas), podremos recurrir a los retoques médico-estéticos más peregrinos… pero no parece que vayamos a claudicar de nuevo ante una ceja fina y ultra depilada, insípida. Google no engaña: términos como ‘microblading’, ‘microshading’ o ‘microfeathering’ acumulan millones de búsquedas. Y, aunque todo parezca lo mismo (un poco como pasa con las mechas), existen diferencias sutiles entre cada técnica.
Te contamos ‘de qué va’ la que hoy nos ocupa.
Viene a ser la más completa, sencillamente porque combina prácticamente todas las anteriores. Para qué reinventar el agua caliente, si podemos mezclar la sombra con el trazo pelo a pelo. El micrograyling viene a mezclar lo mejor de todas las pigmentaciones semi-permanentes hasta ahora conocidas, creando un efecto ultra-natural, como si Mendel en persona te hubiera otorgado esa ceja a base de perfectas combinaciones genéticas.
En cabina, se trabaja la ceja aplicando un sombrado con un tono muy natural en las zonas donde hay menos pelo. Después, se realiza un microblading combinando varios pigmentos para darle dimensión al resultado y que parezca más ‘tridimensional’.
Así, el micrograyling consigue (previo estudio, ni qué decir tiene), la ceja que más y mejor enmarca el rostro, con el colorido y forma que encajan con tu propia paleta cromática y tus facciones.