La positividad tóxica es un rasgo de algunas personalidades que aparece cuando todo lo que sucede a nuestro alrededor queremos verlo siempre de color de rosa.
No se puede ser siempre positivo. Si caemos en ese engaño entraremos en una vorágine que nos dirigirá hacia una positividad tóxica. La creencia de que si ignoramos las emociones difíciles y lo complicado de nuestra vida seremos más felices es una trampa que puede acarrearnos serios problemas de salud.
No podemos negar nuestros sentimientos negativos; son parte de nuestra vida. Todo lo que nos pasa durante nuestra existencia está lleno de matices, de luces y de sombras. Pero todo ello es lo que conforma la psicologia de nuestra mente. Nada es positivo ni negativo porque todo depende de cómo vivamos cada experiencia.
Al psicólogo estadounidense Martin Seligman se le conoce principalmente por su defensa de la psicología positiva. En uno de sus libros, The optimistic child (Niños optimistas, 1995) afirmaba que el pesimista se hace a lo largo de la vida y que puede combatirse buscando siempre pensamientos positivos. Sin embargo, a veces nos sentimos tristes, agobiados o con problemas. Ser positivo pase lo que pase no es la solución. Esta positividad tóxica solo nos va a acarrear problemas.
Tú siempre negativo, nunca positivo, decía Louis Van Gaal, aquel entrenador de fútbol del Barcelona de finales de los años 90 y principios de este siglo que abroncaba a los periodistas porque le echaban en cara sus fallos. El holandés estaba harto de que le reprocharan sus equivocaciones y no le ensalzaran por sus triunfos.
Buscar el lado bueno de la vida es loable. Nadie quiere toparse con sus demonios ni sus ansiedades, pero ahí andan los días (y más en este año que llevamos) para recordarnos que las personas tenemos emociones y no son siempre positivas. Si siempre intentas verlo todo muy bonito vas a caer sin remedio en una espiral de positividad tóxica. Y lo tóxico es siempre malo.
Hemos preguntado a Antonio Rodellar, psicólogo sanitario, especialista en trastornos de ansiedad, del Centro de Psicología Ideate de Zaragoza, para que nos ayude a aprender a evitar esa positividad tóxica.
El estilo de vida nos arrastra hacia un tipo de felicidad instantánea
Belleza Pura: ¿Querer verlo todo de color de rosa enferma?
Antonio Rodellar: “Sí, porque implica que reprimimos las emociones que no son de color de rosa, que ignoremos esa paleta de colores emocional que tenemos y que no queramos ver los grises y negros. Todas las emociones se expresan a través del cuerpo; por eso, cuando reprimimos la emoción porque no queremos afrontarla, el cuerpo va a expresar esa emoción reprimida y, evidentemente, muchas veces en forma de enfermedad”.
B. P.: ¿Por qué queremos reprimir esas emociones negativas?
A. R.: “Porque nos han educado en el ‘tú sonríe, no llores’, en que las emociones más vulnerables son malas, que no las tenemos que sentir ni que vivir. Así, hemos generado esa inercia de no queremos expresarlas, como si estuviese mal visto estar tristes, estar frustrados o estar con el ánimo más bajo. A nivel cultural vivimos en una época en la que se nos ha enseñado mucho el concepto de felicidad rápida: todo tiene que ser ya, y eso genera que nuestra tolerancia a la frustración sea muchísimo más baja de la que debería ser. Por tanto, generamos una frustración de una forma muchísimo más rápida y mucho más habitual de lo que se podría generar que cuando toleramos las emociones con mucha más naturalidad.”
Cómo educar en la emociones
B. P.: ¿Entonces hay que enseñar y aprender a decir no a muchas cosas?
A. R.: “El no es una palabra mágica que deberíamos integrar con mucha más naturalidad en nuestro día a día y en los niños, desde luego. Estamos en una época de niños de cristal: se les tiene como en una urna y hay que agradarles y complacerles constantemente. Es un error porque genera actitudes que van a ser más despóticas y principescas. Ellos van a considerar que tienen derecho a exigir absolutamente todo. Poner límites a los niños es fundamental para que puedan aprender de una forma más estructural. Si no tienen el ‘no’ lo que va a provocar es que cuando sean adultos no serán capaces de tolerar ningún tipo de frustración y, por supuesto, las situaciones que le generen emociones negativas. Entonces las evitarán esas emociones, intentarán no sentirlas y entraremos en esa vorágine de represión emocional.”
Saber leer nuestras emociones nos evita llegar a un positivismo tóxico
B. P.: ¿Pero se puede no sentir emociones negativas?
A. R.: “No se puede y no se debe. No me gusta el concepto de emoción negativa ni positiva. Prefiero hablar de emociones agradables o desagradables, pero no hay emociones negativas. Las emociones son como el salpicadero de un coche donde tenemos todas las lucecitas que nos dan información. Cuando se nos enciende el chivato de que nos falta gasolina o nos informa de que vamos a tal velocidad, lo que hacemos es atender esa información. Las emociones son exactamente lo mismo: informaciones que nos da nuestra propia mente o nuestro cuerpo acerca de cómo estamos internamente. Si te salta la luz de que te falta gasolina y le pones un esparadrapo para no ver esa luz no significa que no tengas gasolina; significa que no quieres ver que te falta y llegará un momento en que el coche se parará.”
B. P.: ¿Y cómo aprendemos a leer esas emociones?
A. R.: “Si tenemos una emoción desagradable que se nos está iluminando, como en el salpicadero del coche, y la ignoramos va a generar que no solucionemos esa emoción, no la recolamos, sólo la ignoramos. Por tanto, el objetivo no es no sentir una emoción desagradable, es aprender a leerla, a entender que las emociones forman parte de nuestro equipo, no van en nuestra contra. Por eso tenemos que ver qué información nos dan estar sintiendo algo de una forma determinada.”
La positividad no es la solución para ser feliz
B. P.: Pero todos tenemos sentimientos que no nos gustan.
A. R.: “No todos vivimos las situaciones de la misma manera, pero hay situaciones que están relacionadas con una emoción concreta; por ejemplo, con una pérdida, y eso nos va a generar tristeza. La realidad es la que es pero lo que hacemos con la realidad es lo que somos. Tenemos que aceptar que vamos a tener situaciones en la vida en las que nos vamos a sentir mal, vulnerables, pero tenemos que tener la certeza de que lo que podemos escoger es qué actitud voy a tomar ante esa situación, quién quiero ser ante lo que está sucediendo. Porque tenemos el control sobre qué decisiones y qué actitudes voy a tener ante las diferentes situaciones que me plantee la vida.”
B. P.: ¿Cómo podemos zafarnos de la típica persona que nos dice que hay que siempre abandera la positividad?
A. R.: “Lo que hay que hacer es no comprarle su discurso. Como la vida no es lineal hay veces que vamos a sentir cosas distintas. Tenemos que relacionarnos con las emociones como algo que forma parte de nosotros y que no está en nuestra contra. Hay que alejarse de un discurso que diga que no podemos sentir emociones de un tipo que no sean agradables. Estoy sintiendo esto: qué información me quiere dar, qué decisiones puedo tomar, qué acciones puedo llevar a cabo para resolver la situación que me está generando esta emoción.”
No vale la pena desafiar a quien abandera la positividad tóxica
B. P.: ¿Hay que enfrentarse a quienes te venden el positivismo como la panacea para ser feliz?
A. R.: “Desde mi punto de vista, generar una resistencia a un enfrentamiento lo que hace es cronificar emociones negativas. Es como si te enfadaras porque la corriente del río cuando estás dentro de él va en dirección contraria a la que tú nadas; te enfadas con el río porque va en tu contra e intentas convencer al río de que tiene que ir en la dirección que a ti te interesa.
B. P.: ¿Cómo habría que gestionarlo?
A. R.: “Lo que se debe hacer, desde mi punto de vista, es como hace el agua con las rocas; en lugar de chocar contra ellas, fluir a su alrededor, no generar enfrentamiento. Decir algo así como ‘entiendo tu punto de vista, no es el mío; si a ti te va bien ese punto de vista me parece fantástico, vive en relación a lo que tú piensas que yo voy a vivir en relación a lo que yo siento’. No creo que merezca la pena generar enfrentamientos sino saber bordear a las personas que nos generan este tipo de conflicto.”
Si necesitas ayuda, pídela; no esperes a que anide en ti la positividad tóxica
B. P.: ¿Y cómo nos enfrentamos a unas emociones desreguladas, que es como te gusta llamarlas?
A. R.: “Primero es que no tenemos que enfrentarnos, tenemos que leerlas. En el momento en que no vemos a una emoción como un enemigo, esa emoción pierde intensidad. Lo que debemos hacer es darle forma, entender. Si somos capaces de leer el porqué aparece una emoción, ponerle nombre, entender porqué la estamos experimentando, a partir de ahí podemos tomar decisiones. Tenemos que comprender cuál es el contexto en el que ha aparecido. Al finar tomar decisiones es un elemento muy terapéutico para regular las emociones.”
B. P.: Cuando crees que has entrado en una positividad tóxica, ¿se necesita la ayuda de un terapeuta?
A. R.: “Soy de la opinión de que siempre hay que trabajar con un psicólogo las diferentes situaciones, porque veo la psicología desde una perspectiva de reordenar, colocar las diferentes situaciones que nos va poniendo la vida. Un punto de vista de un profesional externo siempre es muy positivo. Es importante, como inicio, saber que la conducta humana tiene dos motivaciones fundamentales: o nos aproximamos a construir algo que nos hace sentir bien o evitamos ir hacia algo que nos hace sentir mal. O dicho de otro modo, nos aproximamos al placer y evitamos el dolor. Las emociones desreguladas, que son las emociones desagradables tienen mucho que ver con acciones que tienen que ver con evitar algo que nos hace sentir mal, lo cual genera una rueda en la que se van a construir más emociones que nos van a hacer sentir mal.”