Desde Japón nos llega el sanpaku, término que alude a los ‘tres blancos’ que se pueden identificar en algunas miradas.
Sanpaku se nace. Y, después, se rodea del malditismo que impregna la leyenda milenaria sobre una de las cualidades fisionómicas más inocentes. Aunque quizá sólo en apariencia… ¿Tres ‘vacíos’ en los ojos? (enter risa diabólica). Terreno abonado para amantes de la pseudociencia que echan a volar su imaginación cuando se cansan de leer los posos del café o los pliegues inguinales.
Yendo a la diana del sanpaku de marras, consiste en poseer tres espacios blancos en torno al iris. El significado varía según la posición, por encima o por debajo. En cualquier caso, tener tanto blanco en los ojos no parece ser propio de gente de orden para nuestros amigos del lejano Oriente. La tragedia, sostienen los adivinos nipones duchos en saberes arcanos, ronda como un mosquito en una tarde de verano a las personas que poseen esta retracción palpebral que se traduce en párpados más abiertos de lo común.
La medicina convencional ha explicado el fenómeno sanpaku como una característica anatómica basada en la propia estructura ósea o en algunas patologías oculares, pero nada de esto debió ser del todo convincente para el creador de la medicina macrobiótica, George Ohsawa, quien escribió a finales de los 60 y bajo pseudónimo su particular (y muy popular) biblia “You are all sanpaku”, obra fundacional y seminal donde daba alas a todo un método de precognición.
La cosa se parece bastante a la frenología o a la quiromancia, aunque incluye teorías sobre la búsqueda del equilibrio basadas en la alimentación o la meditación. Las lecturas son igual de divertidas. Más aun cuando las conclusiones se refrendan en casos conocidos y eso contribuye a reforzar la ‘credibilidad’ del sistema.
¿Ejemplos? La historia contemporánea está cuajada de famosos con sanpaku que han conocido un dramático final. John Fitzgerald Kennedy, Marilyn Monroe, Martin Luther King, Robert Kennedy, Natalie Wood, Charles Manson, Lady Di, Michael Jackson, Amy Winehouse… Todos ellos, desaparecidos en circunstancias extrañas, siniestras, fatídicas, tras una vida marcada por los desequilibrios emocionales, la tendencia a las adicciones o (redoble de tambores) la fama. Aunque este último es un argumento demasiado lógico (incluso estadístico) para desalentar a los creyentes de la maldición del sanpaku. Una buena ficción siempre es más atractiva que un Excel lleno de datos científicos. Y, ahora, confiesa: has ido al espeja a contar tus blancos.