Sí, pero no sólo vale andar. Para caminar y adelgazar a la vez hace falta constancia y modificar algunos hábitos.
Hoy vengo a daros una buena noticia: estos meses que habéis estado caminando a partir de las 8 de la tarde habéis estado haciendo mucho por vuestra salud y, si lo habéis hecho bien, quizá os hayáis quitado algún kilillo.
A falta de gimnasios, nos hemos lanzado a la calle a caminar algunos y a correr otros. Además de que necesitábamos salir a la calle para airearnos de un confinamiento tan duro, hemos buscado perder esos kilos que hemos ganado durante esos casi dos meses de estar en casa si salir nada más que a comprar o a ir a la farmacia. Hemos estado buscando caminar para adelgazar. ¿Es posible?
Ya estamos en verano y quizá nos hayamos acostumbrado a caminar todos los días, no sólo para dar un paseo y disfrutar de este entorno que nos ha estado vedado sino para eliminar ese rollito que se nos colocó alrededor de la cintura durante el confinamiento.
Porque, a falta de gimnasios, caminar es el único ejercicio que hemos podido hacer para adelgazar un poco. El primer día se hace duro, ¿verdad? Un par de kilómetros y echábamos el bofe. Pero si somos constantes, y al día siguiente andamos un poco más, casi sin darnos cuenta llegamos a 5 o 6 kilómetros.
¿Sirve para adelgazar echarse a las calles, al campo o a la playa a caminar?
Claro que sirve. “Se puede adelgazar y mucho -nos cuenta Marcos Flórez, director de Estarenforma.com y pionero de los entrenadores personales-. No en un mes, claro, pero es un ejercicio apto para todo el mundo y no tiene contraindicaciones”.
Todos (o casi todos) estamos preparados para caminar, pero no lo tomamos como ejercicio y sí lo es. ¡Cuidado! No sirve salir a ver escaparates. Lo que realmente funciona es la constancia y la intensidad.
“Lo más interesante de caminar -explica el entrenador- es que es fácil de mantener aunque aquí no hay magia ni milagros. Cuenta la constancia. Podemos mantener la intensidad que queramos, una caminata tranquila o intensa y cuanto más, mejor. No hay que ir rápido y luego caminar más despacio. Mantener el mismo ritmo es lo ideal y, poco a poco, con el entrenamiento, te vas dando cuenta de que cuanto más caminas más aguantas. El cuerpo se adapta a lo que le des. Si le das estímulo, se adapta, y si le das tranquilidad, también, pero se recupera rápidamente si vuelves a darle caña. Paras y recuperar el nivel anterior es relativamente fácil”.
Esto es así porque nuestro organismo tiene un mecanismo llamado memoria muscular, que es la capacidad de nuestro cerebro de recordar patrones de movimiento a base de repetirlos.
¿Cómo sé que estoy caminando bien?
Hay quien se fatiga inmediatamente y otros que aguantan más. Puede ser que uno esté más entrenado que otro. Andar también es un estupendo trabajo cardiovascular y como la sensación de fatiga no es inmediata puedes caminar mucho más.
Eso sí, para comprobar si lo estás haciendo bien existe un test súpersencillo. “El test del habla -afirma Marcos Flórez– te va a dar la pauta de cómo va tu frecuencia cardiaca: si vas caminando con una persona al lado y vais hablando y os sentís cómodos es que la intensidad va un poco por debajo de lo ideal. Para que el ejercicio sea de una intensidad moderada debes notar que tienes que parar de hablar un poco para poder continuar”.
¿Cuánto tengo que caminar?
¡Ay, querida o querido, eso ya depende de vosotros y de vuestras fuerzas! Lo que dice el entrenador personal es que cuanto más, mejor. “Depende de la altura del que camina y del paso que da -cuenta Marcos Flórez-. Lo más importante es el tiempo; si caminas despacio vas a tener que andar más, pero como mínimo 30 minutos. De ahí hacia arriba. Es lo que yo llamo el Efecto Venecia. En esta ciudad italiana no hay gordos o muy pocos. ¿Por qué? Porque excepto los muy ricos, que tienen lancha propia, todos los venecianos tienen que ir a todos los sitios andando. Incluso si compran en el súper, se lo llevan al embarcadero y son los clientes quienes se llevan su pedido a casa. Es un entrenamiento invisible”.
Otro entrenamiento invisible que también funciona es subir escaleras o una cuesta. Que vives en un cuarto piso, dejas el ascensor en el segundo y subes dos pisos andando, o bien bajarnos del autobús un par de paradas antes de la nuestra. Son actividades paralelas que van a permitir que las calorías no se te peguen al cuerpo.
La intensidad constante es, probablemente y en palabras del entrenador personal la actividad física que mayor tanto por ciento de grasa consume, pero como el consumo energético no es demasiado alto hay que compensarlo con una mayor duración de la caminata.
Caminar para perder peso es muy válido siempre y cuando lo acompañes con una alimentación equilibrada. No vale comerse un bizcocho (aunque sea “fit”) y darse una vuelta a la manzana.
La constancia es la madre de todo este lío. ¡Si quieres adelgazar no te canses de caminar!