¿Tienes el síndrome de la cabaña? Se ha puesto de moda este nuevo síntoma ante una situación diferente, la de poder salir una hora después de haber estado confinado casi 50 días.
El que no tenga miedo que levante la mano. Y el que no haya hablado con alguien de su entorno que también lo tenga que lo diga. ¿Tenemos el síndrome de la cabaña?
Está en boca de todos, ahora que después de 48 días hemos podido, al fin, salir a la calle simplemente a pasear, a notar el airecito primaveral en tu cara ahora embozada con una mascarilla para impedir el contagio.
La calle está ahí, delante de ti, detrás de esa ventana que has estado mirando con angustia y a la vez con esperanza.
El Covid-19 nos ha pillado desprevenidos; nuestra vida anterior se ha ido al garete, ya no salimos a tomar un café, no salimos de compras, no nos tomamos una caña con los amigos, no nos vamos el fin de semana a ningún lado. Nuestra vida se ha quedado en encefalograma plano. ¿Distingues un día de otro desde el 14 de marzo?
La vida después del Covid-19
En un giro de 180 grados todo ha cambiado. Estamos marcados para siempre y habrá un vida antes antes del Covid-19 y otra después del Covid-19 (llamémoslo antes de C. y después de C.). Nuestros hijos hablarán a sus nietos que hubo un tiempo en el que no podían salir nada más que a hacer la compra y a la farmacia y que todos tuvimos miedo y que hubo muchos muertos.
Me recuerda a las historias de nuestros abuelos con nuestra guerra civil. Ya está el abuelo con las batallitas del Covid-19, dirán, porque esto pasará, pero ahora el miedo se ha instalado en casi todo el planeta.
Miedos de película
Estos miedos de los que ahora hablan como el síndrome de la cabaña, aquellas personas que no quieren salir de casa y que la calle les produce ansiedad e inseguridad me trae a la memoria dos películas imprescindibles.
La trinchera infinita, con un Antonio de la Torre magistral, narra la vida de un topo, aquellas personas que tras la guerra civil se encerraron por miedo a lo que podía sucederles. Algunos no salieron hasta 30 años después.
La otra película que también describe un miedo exacerbado a salir la contó en 1962 Luis Buñuel bajo el título de El ángel exterminador, un pavor misterioso hacia algo incomprensible.
¿Miedo, por qué?
Ahora el miedo de nuestros convecinos no es ficticio, es la consecuencia de una realidad que nos ha dejado sin argumentos, que crea ansiedad a lo desconocido porque no conocemos al enemigo, ese virus que se ha instalado en nuestras vidas sin dar pistas sobre cómo acabar con él. Y lo más importante, ¿es real?
Mariola Fernández-Sánchez es doctora en Psicología y máster en Psicología clínica, del equipo de RedPsi (Red de Psicólogos) y nos responde a si este síndrome es nuevo o se asocia a algo con lo que los psicólogos estén acostumbrados a trabajar:
“Los denominados síndromes no son patologías en sí mismos, sino que hacen referencia a un conjunto definido de signos que se muestran, en esta circunstancial social, en un conjunto poblacional, como respuesta a factores estresores determinados. Si tenemos en cuenta las consecuencias de una exposición no controlada a este estresor externo, que vamos a llamar: virus, suponen un problema tangible, es decir, no son distorsiones de la realidad, no es de extrañar que se despierten ciertos temores ante ellas. Sin embargo, esto se convierte en un problema cuando limita la vida de la persona porque la asociación que se produce, ocasiona respuestas emocionales como miedo e incluso pánico. Mantenido en el tiempo, podríamos hablar de cosas mayores. De hecho, las conductas asociadas a estas reacciones emocionales, podrían llevar a crisis de ansiedad o ataques de pánico, constituyendo aquí sí, una etiología en sí mismos”.
M.F.S: “Si hablamos de respuestas ansiógenas ante estímulos amenazantes incontrolables, cualquiera puede experimentar emociones negativas, que no malas. Es importante diferenciar. Cuando el sistema de alarma de nuestro organismo actúa, nos expone ante una serie de emociones y respuestas fisiológicos nada agradables. Pero ello no supone algo malo, sino al contrario. El sistema de defensa se ha puesto en funcionamiento y eso, fisiológicamente hablando está bien. El carácter negativo surge cuando la mente interpreta cosas que no son y ocasiona o desemboca en alteraciones a nivel mental que nada tienen que ver con el origen del problema en sí. Por tanto, determinadas inseguridades favorecen esas interpretaciones erróneas, que con reestructuración cognitiva pueden verse reconstituidas.”
B.P.: ¿Qué tiene que hacer quien lo padece para ir saliendo de casa y evitar ese miedo?
M.F.S: “Hay que documentarse, que no sobreinformarse. Fuentes oficiales son determinantes para conocer las pautas a seguir. Todo lo demás, yo recomiendo que sea sustituido por un buen libro de lectura. A raíz de eso, ir haciendo exposiciones progresivas según sea necesario. No obstante, si no hace falta no hay porqué ir a ningún sitio. Si anteriormente en nuestra vida no hemos acostumbrado a pasear, no es este el mejor momento para iniciarse. Hay otros ejercicios que poder hacer en casa; o sin alejarse de la zona de residencia que pueden constituir ese primer acercamiento. En todo caso, el miedo no hay que evitarlo en ningún caso. Hay que analizarlo, de dónde viene y cómo solucionarlo. Esa es la solución: en este caso que nos ocupa, si tengo miedo a contagiarme y sé cómo no hacerlo, no tengo porqué tener miedo”.