¿Te gustaría tener una esteticista a domicilio que te hiciera tus tratamientos preferidos? Es posible.
No es un lujo excesivo que una facialista vaya a tu propia casa. Y si puedes llamar a la manicura, al maquillador o al peluquero ¿por qué no va a haber esteticistas que te haga los tratamientos más punteros sin quitarte las zapatillas?
Cuando quieras y dónde quieras, algunas buenas esteticistas recogen su camilla y su maleta de cuidados, arrancan el coche y se preparan para que te dejes caer en sus manos; unas manos, las de Carmen Fernández en este caso, que te van a llevar al séptimo cielo. Carmen es como el 112 de la piel.
Os presento a Carmen Fernández, sevillana y afincada en Madrid desde hace unos cuantos años y con 27 años de experiencia trabajando pieles. Su tía, una esteticista renombrada de Sevilla, Aurora Monteagudo Vázquez, la animó a seguir sus pasos. Estudió estética compaginándolo con el gabinete de su tía.
“Para mí ha sido la gran esteticista española: una avanzada a su época; Aurora me hablaba de células madre, de bótox y de otros tratamientos 20 años antes de que salieran al mercado. Era una investigadora nata de la piel. Los dermatólogos de Sevilla la enviaban pacientes con problemas que ella solucionaba. Y yo empecé en su gabinete casi de chica para todo, poniendo cafés y cogiendo los abrigos de las clientas”. Pero siempre con los ojos bien abiertos, aprendiendo de su maestra y sin que nadie del entorno de su tía supiera que aquella morena de ojos negros era la sobrina. Un secreto que les duró 10 años. ¡Ya está bien!
De Sevilla a Madrid por amor
Esta especialista de la piel, que lo mismo hace faciales que corporales, eso sí, muy personalizados y previo diagnóstico, inició su andadura como esteticista a domicilio -como siempre suceden estas cosas- de la manera más casual. Su intención era poner un centro en Madrid junto con su tía, pero se echó un novio madrileño y Aurora la empujó a venirse. Empezó a trabajar como directora de belleza en un centro de deporte, salud y bienestar de lujo, y allí estuvo durante 4 años abriendo todos los centros de la cadena y formando a los equipos.
Empieza otra vida
Sin embargo, el ritmo de trabajo era muy grande y con un hijo y una niña en camino dejó el centro y se fue a su casa aunque su vida profesional no había acabado. Ni mucho menos. Ahí fue cuando se encontró de bruces con su nueva forma de mantener su trabajo: “un cliente muy importante se puso en contacto conmigo para decirla que quería que siguiera tratando su piel”.
Casualidades de la vida, tras este primer trabajo empezó a llamarla gente, y el boca a boca logró que Carmen sea hoy una de las esteticistas a domicilio más buscadas de Madrid. “Tengo clientes a los que voy una vez a la semana, o cada 15 días, o cada mes, o incluso personas que vienen desde fuera de España y se hacen un intensivo de mes y medio, e incluso clientes que están de paso.Tengo la suerte de trabajar para 3 generaciones de la misma familia: la abuela, la madre y ahora la nieta, y esto para mí es un orgullo”.
No obstante, reconoce que es un trabajo muy esclavo: “no voy a partidos de baloncesto de mi hijo ni al parque… porque mi horario es inexistente. Estoy dispuesta a cualquier hora que lo necesite un cliente, y eso que intento no trabajar el fin de semana, pero a veces no me queda más remedio”. Y es verdad, habíamos quedado para charlar en una cafetería y se retrasó porque había ido a Aravaca a llevar unos productos a uno de ellos. “Y continúo tratando la piel de muchas personas en Sevilla. Así que cada 2 o 3 meses me voy allí y estoy unos días de trabajo intensivo”.
Tratamientos personalizados
“El tipo de tratamiento que hago es poco habitual en Madrid. Con lo grande que es la ciudad y las distancias que hay, llevo una camilla y una maleta para dar un servicio de calidad, no solo para depilar unas cejas sino para hacer tratamientos antiedad personalizados. Trato de dar el mejor tratamiento posible personalizado y en casa del cliente”.
En su maleta están las claves para personalizar ese tratamiento. A veces sí conoce al cliente, pero otras va a ciegas y su labor es darle lo que necesita. “Trato de hacer de mi cabina un laboratorio y luego, dependiendo de las necesidades de la persona y de sus expectativas, confecciono el tratamiento in situ y en el momento. Y para eso necesito aparatología y productos”.
En esa maleta hay oro molido: un montón de principios activos, además de pequeñas máquinas de ultrasonidos o radiofrecuencia, igual de potentes que los de la cabina de cualquier centro. “No creo en la fórmula magistral para todo el mundo; ahora se lleva mucho la combinación de ácido retinóico y vitamina C, pero hay pieles que no soportan los ácidos y otras que no aguantan la vitamina C. Hay que saber en qué momento y en qué tipo de piel lo estás poniendo”.
El mimo de la esteticista a domicilio
“Lo que ofrezco son tratamientos de estimulación; ofrecer un activo que ponga en funcionamiento los mecanismos de defensa de la piel. La piel envejece porque, entre otras cosas, tu sistema inmunológico se vuelve vago y empieza a dejar de fabricar colágeno, elastina… eso adelgaza la capa córnea, el tejido conjuntivo se vuelve cada vez más laxo. Si tu consigues aportar a la piel la sustancia activa que vuelva a revitalizar esas células para que trabajen más, evidentemente la piel se autorepara. A cierta edad, si empiezas a trabajar desde ese punto de vista, las pieles se mantienen fenomenal. Tengo clientas que nunca se han hecho ningún retoque y están infinitamente mejor que muchas de las que tengo retocadas”.
Con estos principios y sabiendo que es necesario cuidar la piel y que no siempre es un lujo. Carmen tiene un prototipo de clientes que necesita estar siempre bien porque las relaciones sociales son primordial en nuestro mundo, pero también tiene otro tipo de clientela con problemas de piel que hay que tratar con guantes de seda, que era como decía su tía Aurora que había que tratar la piel, no con látigo. “Y aquellas pieles apagadas, cetrinas y sin vida, con esas arrugas de haber estado, por ejemplo, en el Puerto de Santa María todo el día al sol en un barco, las trabajábamos con un mimo… y con células madre traídas de Suiza, que las guardábamos en una nevera y las pieles relucían”.
Carmen se define como una facialista a domicilio “que trata de hacer su trabajo con honestidad. Este mundo está sumido en una ola de absoluto postureo y se ha pasado ya una línea en la que las influencers recomiendan productos, fabrican productos y están patrocinadas por un determinado laboratorio. Yo no estoy patrocinada por nadie; utilizo productos profesionales de distintos orígenes. Lo que me interesa es que el cliente vea el cambio en su piel, y cada vez creo más en la belleza de estimulación. Mi campo es personalizar el tratamiento, dejar la piel bonita, luminosa y que trabaje por sí misma, y eso requiere de disciplina en cabina y de disciplina en casa”.
Precio de las sesiones faciales personalizadas: entre 125 y 150 euros