Las mujeres está/estamos infrarrepresentadas en la ciencia y en la tecnología. Ya es el momento de cambiar.
El 11 de febrero es el Día Internacional de la Mujer y de la Niña en la Ciencia, una fecha que proclamó la ONU en 2015 con el objetivo de romper las barreras que encontramos las mujeres y las niñas en el ámbito científico.
Un año después, en España nació la iniciativa 11 de febrero para promover la realización de actividades que conmemoren esta fecha, para dar visibilidad a la mujer científica y para fomentar el interés de las niñas por la ciencia y la tecnología.
Como cada día 8 de cada mes volvemos a la carga y esta vez con una razón muy poderosa (y no es que las demás razones no lo sean, claro), porque la brecha de género que existe en las carreras y las profesiones de ciencia es tremenda y las mujeres no terminamos de despegar.
Las chicas se decantan menos que los chicos por las carreras de ciencias. La II Encuesta del Futuro Estudiante Universitario de la Universidad Pontificia Comillas afirma que mientras el 52% de las chicas estudiaría asignaturas relacionadas con humanidades, casi el 76% de los chicos elegiría grados de ciencias.
La brecha de género comienza en el colegio
En 2017, en nuestro país, del total de estudiantes en las pruebas de acceso a la universidad, casi uno de 4 cuatro eligieron física, pero en el caso de las chicas tan sólo una de cada 8. En informática y comunicaciones de FP de grado medio, de cada 13 estudiantes tan sólo una de ellas es mujer.
Las diferencias ya comienza con las notas del cole. Hace unos años se hizo un trabajo con estudiantes de primaria en Tel-Aviv e hicieron una evaluación a ciegas con un examen de matemáticas. El resultado fue que las chicas sacaron mejores notas que los chicos.
¿Entonces, qué pasa?
Se trata, según el Informe PISA (programa internacional para la Evaluación de Estudiantes), de que la falta de confianza de las chicas en sus habilidades afecta negativamente en su rendimiento en matemáticas.
Sin embargo, yo he visto cómo las chicas les pegan a los chicos un repaso considerable en la mayor parte de las asignaturas, pero por alguna razón luego no cuaja y las jóvenes se encaminan a carreras de letras y se mantiene esa brecha de género.
Varios informes también sugieren que los sesgos de los profesores también influyen en la evaluación de los alumnos y, por supuesto, condicionan la elección de sus estudios. La conclusión de estos trabajos indica que las chicas son peor evaluadas en física, en matemáticas, y sobrevaloradas en lengua. ¡Incomprensible!
Y yo que pensaba que estas ideas eran ya un recuerdo de mis años de universitaria, cuando ¡en una ingeniería había únicamente una chica en todo el curso! De hecho, sólo una de mis compañeras de colegio hizo una ingeniería, y otra, medicina. Y de eso hace ya años.
Aunque sí que ha habido un cambio, aún hay mucha tela que cortar.
En 2012 se publicó un artículo en una revista científica. Ésta envió un mismo currículum para cubrir una plaza de jefe de laboratorio a 127 miembros de facultades de biología, química y física. Las personas candidatas eran todas estudiantes. La única diferencia entre los curriculum que recibieron estas 127 personas fue el nombre del aspirante: 63 de ellos tenían un nombre masculino y otros 64 femenino.
A pesar de que los curriculum eran idénticos, las “candidatas” fueron juzgadas menos competentes y menos aptas para el trabajo que los “candidatos”. También se ofrecía menos orientación a las mujeres y un salario significativamente menor: 26.500 dólares para ellas y 30.000 para ellos.
“Efecto Matilda”
Todo esto nos indica que en la actualidad los chicos y las chicas no están desarrollando sus capacidades en la misma medida y que las mujeres encuentran más dificultades para progresar en las carreras de ciencias.
Y estos sesgos nos llevan al Efecto Matilda, un prejuicio en contra de reconocer los logros de las mujeres científicas, y que pone nombre a los casos de Marie Curie, Nettie Stevens,Lise Meitner, Marietta Blau, Rosalind Franklin y Jocelyn Bell Burnell, mujeres injustamente olvidadas en favor, casi siempre, de sus maridos.
Ese efecto conlleva que al hacerse invisibles los logros de las investigadoras estas se desmotiven.
¿Pero cómo no se van a desmotivar? No existen referentes femeninos en los libros de texto de ciencia; 1 de cada 8 personajes que aparecen en los libros de la ESO son mujeres; en ciencias las apariciones femeninas se reducen a una de cada 20 ocasiones y en su mayoría se encuentran en anexos y no en el cuerpo del texto, y en tecnologías aparecen únicamente 2 mujeres frente a 228 hombres.
Todo esto origina que en los países de la OCDE solo una de cada 5 chicas de 15 años quiere dedicarse a profesiones técnicas. En España solo el 7% de las chicas piensa en estudiar carreras técnicas, mientras que el porcentaje que se decanta por carreras del ámbito sanitario asciende a un 15-17%.
La igualdad aún queda lejos. Romper ese techo de cristal es cuestión de empujar. No hay más. Por eso, los 15 días que se están dedicando este mes de febrero a dar visibilidad a la labor de las mujeres científicas y fomentar el espíritu de la ciencia y de la tecnología en las generaciones futuras son bienvenidos.
Podéis seguir estas actividades en las redes sociales con los hastags #actividades11F, #actividad11F, #enclase11F, #escaparates11F