Los aditivos son sustancias que se añaden a los alimentos para mejorarlos y hacerlos más seguro.
El uso de un aditivo en los alimentos siempre debe ser beneficioso. Puede ser mejorar el aspecto del producto. O su sabor o textura. Quizá su resistencia a los microorganismos. En definitiva, y pese a la desconfianza que puedan suscitar por sus nombres “tecnológicos”, el objetivo de un aditivo es hacer mejor y más seguro a un producto alimenticio. Pueden añadirse en cualquier momento de la cadena de producción. Desde la fabricación, a preparación, envasado, transporte y/o almacenamiento.
Aditivos alimentarios: Qué son exactamente
Pese al avance de la tecnología, los aditivos llevan incorporándose a los alimentos desde la antigüedad. Por ejemplo, los griegos y los romanos sabían que las frutas y algunas verduras aguantaban mejor aislándolas del aire. Por ello las cubrían con cera o resinas. O añadían vinagre. Y todo para conservarlos mejor antes de su consumo.
Los aditivos pueden ser naturales, como esos que se utilizaban en la antigüedad. Aunque la mayor parte de los que se utilizan hoy en día son químicos.
En realidad, por sí mismos, los aditivos no son alimentos en sí. Es decir, no se pueden consumir solos ni tienen propiedades nutritivas. Existen 27 tipos de aditivos en función de sus propiedades (ver tabla a continuación). Los hay conservantes, antioxidantes o espesantes. También colorantes, potenciados del sabor, edulcorantes, emulgentes…
¿Son seguros?
Todos los aditivos que se usan en la Unión Europea deben haber sido evaluados y autorizados. Para ello deben haber demostrado que son seguros a las cantidades utilizadas, que son necesarios en los alimentos en los que se autorizan y que no llevan a engaño al consumidor, según advierte el documento “Aditivos Alimentarios”, editado por la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición del Ministerio de Sanidad, Consumo y Bienestar Social.
Es decir, el uso de un aditivo alimentario debe estar siempre justificado, bien para mantener la calidad nutricional del alimento; bien para proporcionar ingredientes necesarios en alimentación destinada a poblaciones especiales. También puede tener como objetivo mejorar la estabilidad, conservación y sus propiedades de sabor, color, olor pero siempre sin confundir al consumidor. Y por último, puede ser útil para ayudar en su fabricación, transformación, preparación, tratamiento, envasado y transporte.
El uso de aditivos alimentarios, no debe enmascarar bajo ningún concepto las malas prácticas higiénicas y/o fabricación del producto.
Para asegurarse de que todo lo anterior se cumple, el aditivo alimentario en cuestión debe pasar por un procedimiento de autorización que se dispone en el Reglamento (CE) Nº 1331/2008 del Parlamento Europeo y del Consejo, de 16 de diciembre de 2008.
Mira en las etiquetas
¿Cómo sé si un alimento lleva aditivos? ¿Y qué aditivos son? Es sencillo. Si los lleva, siempre deben aparecer en el etiquetado. Y al igual que con el etiquetado de los cosméticos, hay que cumplirlo a rajatabla.
En las etiquetas de los alimentos, los aditivos aparecen por su nombre o por el denominado número E, que es el código con el que se autorizan en la Unión Europea. Por ejemplo, “colorante (curcumina)” o “colorante (E 100)”. O, por ejemplo, ácido acético (es un antioxidante), figurará como “antioxidante (ácido acético)” o bien “antioxidante (E 260)”.
Este etiquetado de los aditivos se regula por el Reglamento (UE) 1169/2011 sobre información alimentaria facilitada al consumidor.