El binomio “mantita y Netflix” no es el único culpable de que te cueste abrocharte la ropa en invierno.

El término ‘hibernar’ atañe a muchas especies del reino animal. En todas significa lo mismo: acopio de grasa.

Las razones son múltiples y de sobra conocidas. Los días son más cortos, el mundo exterior parece hostil y la vida se torna mucho más sedentaria. El cuerpo, con esa sabiduría suya, empieza a ‘pedir’ platos contundentes, ricos en calorías que nos ayuden a combatir el frío, aunque el ser humano ya no viva a la intemperie. Para colmo, allá por diciembre celebramos una (maravillosa) bacanal de gastar, comer y beber con los seres queridos. Lugares invernales comunes que nos conducen, casi invariablemente, a lidiar una batalla con la báscula.

invierno-grasa-1

La falta de horas de luz ejerce, además, un efecto negativo sobre el estado de ánimo de muchísimas personas. Pero no sólo es algo psicológico: también se manifiesta en el plano estructural de nuestras células, según ha descubierto un reciente estudio.

El equipo del doctor Peter Light, profesor de Farmacología en la Universidad de Alberta (nótese que este señor ya venía predestinado de cuna para meterse en estos berenjenales lumínicos), acaba de publicar sus conclusiones sobre el efecto de la luz azul (luz solar) en los adipocitos.

Para la prueba, colocaron algunas células grasas debajo de lámparas de luz azul durante 4 horas, manteniendo otras muestras en la oscuridad. Dos semanas después, cada grupo de células mostraba diferencias sustanciales.

¿Básicamente? Como estarás anticipando, las células de grasa expuestas a la luz azul tenían menos lípidos que el otro. De algún modo, y a falta de realizar más estudios, la luz solar podría decirle al cerebro cómo tiene que almacenar la grasa. De ahí la eficacia natural que mostramos todos ‘aprovechando’ cada gramito de potaje en invierno. Un inteligente mecanismo de supervivencia perfeccionado durante siglos que, en el fondo, hay que agradecer, aunque los tiempos estén mas de enseñar el culo en Instagram que de esconderse en la cueva.

¡Ah! Y no, no basta con pasar más tiempo al sol para engañar a nuestro cerebro reptiliano… En lugar de eso, y si te preocupa el asunto, trata de añadir más movimiento a tu vida y de incluir alimentos ligeros en tu dieta aparte de las delicatessen de cuchara. En verano será otra historia.