En MEM encontrarás una carta de servicios beauty prácticamente inagotable y un activo esencial: las terapeutas.
Cuando se busca un centro médico estético de confianza, entran en juego varios elementos. La propuesta es un básico, por supuesto, así como la credibilidad de las firmas con las que trabajen o la efectividad y vanguardia de los tratamientos, pero al final, por mucha cabina supersónica de alta tecnología en la que nos metan, son las personas, su técnica y su sensibilidad las que nos enganchan a los sitios. Y yo te cuento que MEM merece mucho comentario precisamente por esto último, sin desmerecer sus otros atractivos.
En MEM -colindante, por cierto, a la sede de cierto partido político que me produce horror, vértigo y morbo– he probado dos tratamientos. Uno con aparatología (y manual) para oxigenar la piel y darle un necesario empujón hacia la viveza y la lozanía, y otro totalmente manual con el noble propósito de enlentecer un ratito el proceso de envejecimiento. Ambos, operados por la misma persona. Uno de esos seres extraordinarios que a veces te encuentras en estos espacios de belleza del mundo, dotado con el raro ‘don’ de transformar la piel y el estado de ánimo con la simple imposición de las manos. Una de esas personas con magia en el tacto, el sentido del vínculo, capaz de crear un vaso comunicante con la persona que está tirada en la camilla y hacer efectivo hasta el paso de un humilde tisú. Ella se llama Maite y es un lujo para tu careto: garantizado desde mi nutrida experiencia en la cosa del sobe estético.
El primer día, la terapeuta del centro MEM percibió que mi piel estaba cetrina y tirando a aletargada. Lo normal en rostros pálidos urbanitas que, para colmo, tienen veleidades de tabaquismo social y cierto alcoholismo, ehm, puntual también. ¡Ay!
Para oxigenarla, Maite recurrió al protocolo Nazarov, aparato de origen ruso que ha dado el salto de la recuperación deportiva al tratamiento estético. Este ‘chisme’, de uso muy agradable, por cierto -hace cosquillitas-, consigue estimular la piel y favorecer su oxigenación. Si a esto unimos el nunca del todo bien ponderado don manual de Maite con el I+D de Biologique Recherche y sus algas oxigenantes, el resultado es una piel fresca, revitalizada, uniforme, contenta y que alaba a Dios.
Una experiencia muy gustosa que se vería rematada por el segundo ataque a mi piel macilenta. En este caso, y con vistas a tonificar, iluminar, alimentar la piel en profundidad -nivel celular- y estimular el sistema inmune del tejido, probé el Protocolo Pro Boost de Esse, firma sudafricana interesantísima basada en los probióticos y prebióticos -una de las líneas de investigación más vanguardistas del cuidado facial-.
La clave de este protocolo son los microbios beneficiosos para la piel, miles y miles de microorganismos que consiguen reforzar la función barrera y revertir los signos de la edad.
El tratamiento es clásico (limpieza, exfoliación, masaje, mascarilla, productos finales), pero se vuelve absolutamente increíble gracias a la eficacia de los productos (es una señora marca que opera cambios notables en la piel) y, como te contaba, la pericia del tacto de Maite. Te puedo decir sin exagerar que nunca me he visto la piel mejor después de un tratamiento -y casi que después de cualquier actividad-. El poro era invisible, el tono súper uniforme, la piel estaba luminosa, tenía vida… Una gozada. Habla con ‘ella’, te va a cambiar la cara.
Precios:
Protocolo Nazarov: 90 euros.
Protocolo Esse: 150 euros.
Centro MEM
Nicasio Gallego, 9.
28010, Madrid.
Tel: 915917052.