La belleza puede y debe servir al poderío personal de la mujer
A menudo detecto cierta contrariedad o decepción en los interlocutores a quienes cuento que escribo sobre belleza. Como si se tratase de algo menor, superficial o incluso dañino para las mujeres.
Una cosa es ser la reina de la vanidad y pretender ser la más guapa del mundo, y otra cultivar los rituales de cuidado y las artes de la belleza sin caer en la obsesión, el patetismo o el rídiculo.
Sin ser mi objetivo principal la defensa del periodismo de belleza, tarea que podría desempeñar con uñas, dientes y ejemplos muy sólidos, voy a tratar de mirar un poco más allá para poner el foco en la industria en sí. Una industria que no sólo comprende la apariencia –cuestión, por cierto, con implicaciones muy profundas en la construcción de la identidad social y personal-, sino también la salud y el bienestar.
Por supuesto que entiendo los prejuicios que genera. La belleza tiene un lado oscuro que puede ser muy perverso. Pero también es cierto que, en el siglo XXI, tiende a ser diversa, amplia de mente, inclusiva y al servicio de la mujer. Veamos por qué tenemos más que celebrar que lamentar en éste, nuestro post feminista de cada día 8 del mes.
-Como bien dijo nuestro amado Marshall McLuhan, el visionario que definió internet antes de que existiera ni el cigoto de sus creadores, ‘el medio es el mensaje’. Si echas un vistazo a varias cuentas de Instagram, esa aplicación que nos ha acercado tanto los unos a los otros que parece que nos conozcamos más, asistirás al nacimiento de ‘imposibles’ tendencias de belleza y a una casi infinita de gustos, criterios y colores sobre cómo entender la presentación de uno mismo. También verás que en el mundo hay otra cosa aparte de modelos barra actrices, y que esas chicas ‘de su pueblo’ que se han hecho visibles gracias a las redes pueden ser más creíbles que las profesionales.
Algunos perfiles son tan originales e influyentes que, a veces, son las marcas quienes van a rebufo y no al revés. Vivimos en sociedades tan interconectadas, que el individuo necesita distinguirse imperiosamente de la masa y decir ‘¡eh! ¡Estoy aquí!’. Y esto se refleja a su vez en la prensa especializada, que está apostando muy fuerte por esta toma de riendas del consumidor, alguien dotado de recursos de todo tipo para discriminar marcas y utilizarlas en su provecho y no tanto al revés. Todo esto sin perder de vista la intrusión de la gama baja en nuestras vidas. Desde que nos volvimos low cost, ‘ponerse guapo’ es más fácil que nunca en la historia.
-Dado que vivimos en la Era del Individuo (una reacción natural en nuestras sociedades ultra-masificadas), el trato se vuelve mucho más personalizado. Abundan los estudios sobre el ADN para ofrecer cosmética y tratamientos absolutamente personales que respondan a las necesidades de cada uno. Aparece como algo novedoso la figura del coach de imagen, una evolución del personal shopper que persigue potenciar la personalidad a través del aspecto y que trata a la persona en conjunto, sin olvidar su perfil psicológico. La horquilla de precios satisface a todos los bolsillos, por lo que el consumo de belleza es, cada vez, más y más accesible. Y no sólo eso: también se congracia con el estilo de vida vegano, la maternidad antes, durante y después, la recuperación de un cáncer, el sobrepeso o la vejez. Cada vez hay más referentes y más oferta. Esto se puede entender desde varios puntos de vista, y uno de ellos es el triunfo.
-Diría que la crítica más lacerante que recae sobre la industria de la belleza tal y como la conocíamos hace unos años es que pretende convencer a las mujeres de que no están bien tal y como son y necesitan modificar su aspecto, ya sea tiñéndose el pelo o metiéndose en un quirófano a blanquearse el ano. Por supuesto, envejecer sería el peor de los desacatos en este contexto.
Entiendo la idea de la industria como ‘el demonio’ detrás de las canas, los culos flácidos, el vello corporal o la pérdida de colágeno porque… ¡buena parte de ella tiene estos objetivos! Y si eso te molesta o sientes una obligación no escrita a ‘cuidarte’ más allá de lo que te apetece, desde esta plataforma de belleza (y muchas otras) te animamos a no aceptar ningún imperativo sino condicionales.
Si me molestan las canas, me las tiño. Si me siento acomplejada con mi físico, consulto con mis amigos o con un especialista para tratar de manejarlo. Si ese honrado especialista (porque me lo he buscado honrado) considera que mi complejo incapacitante mejoraría con cirugía estética, quizá sea una solución adecuada para mí y no va en contra de mi agenda feminista. Si quiero usar cremas con objetivos tan ambiciosos como enlentecer el proceso de envejecimiento o reafirmarme la piel del culo, las uso, porque lo cierto es que encuentro un placer nada culpable en ello, y me encomiendo a la virgen del I+D para que realmente funcionen. Es mi decisión, puesto que soy adulta y estoy en plena posesión de mis recursos mentales y económicos y tampoco me voy a llevar un disgusto si no cumplen. Cambiaré de marca, o me haré a la idea y me conformaré con estar hidratada y oler bien, que eso nunca sobra.
¿Te sigue agrediendo el marketing tradicional que aún colea por ahí? Vuelve la mirada al discurso (y sus muchos productos) a favor del bienestar puro y duro, así como a las marcas ecológicas o de autor que tratarán tus arrugas desde otra perspectiva. En cualquier caso, construye tu propia idea de qué es ‘verte y sentirte bien’ y síguela. Asumámoslo, ni la belleza ni la moda tienen la culpa de los trastornos asociados a ellas.
Coda: jamás de los jamases ha sido tan unánime el canto a la individualidad de la mujer. ¡La industria se está volviendo literalmente loca para que consigamos nuestro objetivo! Cualquier persona, a poco que busque, puede elegir la crema que va con su tipo de piel y su estilo de maquillaje y peluquería entre una oferta increíblemente amplia. Además, se refuerza muchísimo la idea de ‘ser la mejor versión de una misma’ dentro de lo que cada quien quiere para sí, ya sea con medicina estética sabiamente aplicada, con programas de entrenamiento personal o con una coloración de pelo ecológica que respeta la fibra capilar. Ni vale todo a cualquier precio ni hay que sufrir para presumir. Y ¡eh!, por cierto, los hombres están invitados a la fiesta y no hace mella en su hombría…