“En lo más profundo del invierno, finalmente aprendí que dentro de mí se encuentra un verano invencible” (Albert Camus).
En otoño e invierno, es cosa sabida, los días se acortan. Recibimos menos luz y, como humildes plantitas de exterior, las pobres siempre más expuestas a las inclemencias, nos tornamos algo más mustias, lacias y desganadas. El estar inmersas en la rutina pura y dura tampoco ayuda. Pero ojo, siempre podemos poner en marcha algunas estrategias anti-depresión estacional. Estas son las mías, con el deseo de que te sirva alguna.
-Hacer ejercicio. Una costumbre de todo el año que, en otoño, se vuelve aún más imprescindible.
Los motivos son inagotables. Para empezar, tacháaaaannn, ¡se entra en calor! Para continuar, es una excelente manera de garantizar un chorreón de endorfinas al cerebro. Para terminar, contribuye a equilibrar el exceso calórico de las comidas propias del invierno. Bastan 45 minutos diarios, y andar a buen paso vale. Y bailar y hacer el amor también. Sale bastante a cuenta.
-Comer lo más fresco posible y de temporada.
Con fresco no quiero decir crudo, sino no procesado. Nada o poco que venga en lata o en conserva*. También ayuda discriminar las harinas (pasta, pan) para dar prioridad a los granos enteros, preferiblemente integrales. Sé por experiencia propia que alimentarse así exige mucho esfuerzo de planificación familiar; dedicarle un día a la cocina y congelar ayuda mucho. La idea es que la comida sea comida de verdad (no comida fotografiada en un envase), nutritiva y energética. Si ves muchos colores en tu plato es que vas bien…
*Ojo, que ahora hay unas conservas gourmets que quitan el hipo y a las que pocas pegas se les puede poner, por lo menos desde el punto de vista palatal.
-Dormir lo suficiente.
No sé si es porque en todas partes me llaman señora, pero dormir como una marmota me gusta más cada año que cumplo. Además, es lo que más noto como elemento de mantenimiento en épocas de estrés o de mucho movimiento, más que comer. Y, ¿qué es lo suficiente? En mi caso, 7 o más horas. De ahí en adelante, lo que el cuerpo pida…
-Mantener una actitud positiva.
Tarde o temprano tenía que sacar esta espinosa cuestión, reconozcámoslo. Con ser ‘positiva’ no me refiero a ser una mentecata sin criterio estilo taza de Mr. Wonderful. Sonreír no hará que tu jefe sea menos capullo o que las facturas se paguen solas, pero tratar (del verbo intentar) de mantenerte estable ante los contratiempos y entrenar el gusto por los retos, te ayudará a conseguir lo que quieres. Es una mentalidad de poderío personal, y hay que practicarla, ains, todos los días. Que no sea por falta de disciplina, que aquí todas le damos a la doble limpieza facial.
-Añadir a todo esto un poco de azúcar ‘y la píldora que os dan’.
Un buen suplemento vitamínico te dará punch y reforzará todo lo anterior, que no son objetivos baladíes. A mí me gusta mucho todo lo que saca Arkopharma, tienen ‘pastis’ para toda situación y la calidad y efectividad son muy buenas. Este otoño voy a recurrir a Arkovital, una fórmula vitamínica 100% vegetal con Guaraná (estimulante que actúa sobre el sistema nervioso central), Ginseng (vigorizante que mejora la respuesta al sobreesfuerzo), Eleuterococo (estimula el sistema nervioso central y ayuda a combatir el estrés y la fatiga), y Ginseng Siberiano (aumenta el rendimiento intelectual mejorando la concentración). Además, incluye cafeína y vitaminas B1, B2 y B6, todo ello extraído del zumo de polvo de baya de acerola, amla, guayaba, hoja de basilisco sagrado, hoja de árbol de curry y limón. Cuando la ciencia te trae lo mejor de la naturaleza para que nada entorpezca tus planes de conquistar el mundo…
Precio: 13,90 euros / 30 comprimidos (la dosis es de 1 comprimido al día).