Pintarse los labios de rojo es buenísimo para la salud. Tú y yo lo sabíamos.

Pues sí, amiga. No íbamos tan equivocadas cuando nos precipitamos sobre un labial rojo por primera vez,  justo poco después de  quitamos el chupete de la boca. Según aseguran los expertos, el eterno rojo, símbolo de sensualidad, feminidad y poder, tiene un efecto positivo sobre la autoestima. Ya no sólo es que dé buena cara al instante, sino que hay quien se imbuye en confianza y seguridad al pintarse los labios de rojo. ¡Qué sencillitas somos algunas!

Quienes nos conformamos con poco para mantener a flote nuestra autoestima, tenemos, además, otras ventajas. Si eres adicta al rojo o te lo vienes pensando, atenta a los argumentos de Cristina Lobato, nuestra make up artist invitada.

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  1. El rojo favorece a todo el mundo.

Que sí. A ti también, déjate de que sólo eres de rosa o marrón. Es cuestión de encontrar el tono de rojo que te favorece. Quizá sea uno con subtono naranja o uno  más azulado, pero seguro que encuentras el rojo de tu vida. No hace falta ni que te pintes: acércate la barra a la mejilla y observa si te ilumina la piel y la mirada. Si es así, es tu tono.

  1. Ayuda a hacer correcciones.

Al ser tonos más cubrientes e intensos, ayudan a corregir la forma del labio, con lo que es más fácil dibujar fantasías como el arco de cupido o agrandar ópticamente la boca y que se vea más carnosa y sensual.

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  1. Blanquea los dientes.

Un truco infalible para blanquear los dientes visualmente es… ¡tarán! pintarlos de rojo. Todo es un ahorro cuando te entregas a este color: ya no necesitarás psicólogo ni dentista.

  1. El rojo levanta un mal día.

Atendiendo a la cromoterapia, es un color que induce seguridad, optimismo, poder y valentía. Y, en cualquier caso, el verte más mona siempre sienta bien.

  1. Es un símbolo histórico.

Es el tono más vendido del mundo, el más vendido durante las crisis económicas y un icono de seducción femenina a lo largo de la historia. Las mujeres vienen reivindicando su poderío gracias a esta arma de maquillaje desde que el mundo es mundo. Y ¿quiénes somos nosotras para desoír esta llamada?