El hábito de cuidarse los dientes debería empezar en la más temprana infancia.

No hay que esperar ni a que haya dientes, aseguran muchos expertos. A un bebé recién nacido se le pueden limpiar las encías con un pañito empapado en agua potable para retirar los restos de leche y para que se acostumbre a la rutina higiénica. Más adelante llegará la (sencillísima) ‘batería’ de cuidados compuesta por el cepillo y la pasta que les acompanará toda su vida.

¿La principal ventaja de consolidar el hábito? Mantener los dientes toda la vida. Otras aluden a la estética o la convivencia, que nada hay más desagradable que unos piños llenos de sarro, restos de comida o un aliento pestilente. El reto principal: conseguir que un niño pequeño que se cree inmortal y ajeno a la enfermedad entienda todo esto. Te damos algunas ideas de cómo lograrlo.

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Colección de cepillos infantiles de PHB Junior

-Buscar el momento. No esperar a que el niño esté muy cansado (por ejemplo, antes de dormir), sino justo después de la cena. Proponer una actividad agradable para después que se entienda como un incentivo o, mejor todavía, parte de la rutina diaria (por ejemplo, leer un cuento o pasar un rato juntos en el sofá).

-Hacerle partícipe dejándole escoger el cepillo (los infantiles suelen estar decorados con personajes populares y colorinchis) y el sabor de la pasta (esto puede suponer probar un sinfin de marcas si el niño es quisquilloso, pero al final se agradece haber hecho ese ‘estudio de sabores’).

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“Phil y el ataque de los cocos”, de Aventuras en Bodytown

-Mostrarle el lado positivo del cepillado. Explicarle por qué es importante y cuáles son las consecuencias de no hacerlo de manera que lo pueda comprender. ¡Los niños atienden a razones!

En este sentido, con mi hijo de 2 años ha sido radical introducir la lectura del libro sobre el cuidado dental de Aventuras en Bodytown, que cuenta e ilustra la lucha entre los estreptococos y el sistema defensivo en el ‘bodytown’ de Camila, la niña protagonista que no se quería lavara los dientes. Yo ya le había hablado de ‘los bichitos’ que se instalan en la boca después de comer y de la caries, pero hasta que no hizo el ejercicio de imaginación a través de esos personajes, no había manera de que se los lavara contento. Ahora lo pide él, y yo encantada, señora.