Comida real, el movimiento que aboga por una alimentación tradicional, al estilo del que hacían nuestras abuelas.
El movimiento “comida real” o real fooding” está arrasando en las redes sociales y es un movimiento cien por cien español creado por Carlos Ríos, un joven nutricionista que ha decidido pasar a la acción ante la cantidad de alimentos ultraprocesados que se ven en nuestro carritos de la compra y en nuestras mesas.
Carlos Ríos nació en Huelva hace 27 años y se define como “curioso, autodidacta, escéptico, a veces despistado, perfeccionista pero sano, antes tímido, ahora motivado, nutri-friki, emprendedor e inconformista”. Estudió Nutrición Humana y Dietética en la Universidad Pablo de Olavide (Sevilla).
Cuando se le pregunta cómo llegó a crear este movimiento me cuenta que “la experiencia en consulta dio muy buenos resultados en mis pacientes al poner el foco en los alimentos y enseñar sobre el peligro de los ultraprocesados. Posteriormente, decidí llevarlo a la población general, ya que me manejo bien en redes sociales y vi posible alcanzar a un gran público. He creado Realfooding para divulgar, para aprender y enseñar, para luchar contra los mitos y los conflictos de intereses en nutrición, para ayudar y para disfrutar”.
Bellezas Puras: esto sí es Marca España porque Comida Real o Realfooding no existe en otros países, existen otras corrientes pero basadas en dietas de moda y centrándose en la pérdida de peso. El Realfooding está consiguiendo el interés, no por la estética, sino por la salud.
Carlos Ríos se ha convertido en poco tiempo en el azote de los ultraprocesados y de los carritos con comida no real, y en las redes sociales, Instagram y Facebook, está librando su particular batalla para convencer a todo el que quiera leerle que no es oro todo lo que reluce tras las etiquetas de los alimentos; “sano”, “natural”, “con vitaminas” son los adjetivos que más vemos en las estanterías de los supermercados y muchos de ellos, avalados por sociedades científicas que al consumidor nos atrae porque creemos que si nos los dicen ellos será verdad. Pero, tras muchos de estos alimentos están los ultraprocesados, “preparaciones industriales comestibles, elaboradas a partir de sustancias derivadas de alimentos y/o de sustancias sintéticas mediante diferentes técnicas de procesamiento. El producto final es de baja calidad nutricional y tiene efectos negativos sobre la salud, y, aunque lo ideal sería evitarlos siempre y sustituirlos por alimentos de calidad, hay ocasiones puntuales en las que, o bien no es posible escoger una opción más saludable o que, simplemente, uno mismo decide consumir algún ultraprocesados porque le apetece. El consumo de ultraprocesados como algo esporádico y en el marco de una alimentación saludable basada en comida real, no tendría por qué ser un problema”, explica Carlos Ríos.
El problema es que cada vez estamos más enganchados a los alimentos ultraprocesados y hablamos de la dieta mediterránea de boquilla pero a la hora de la verdad, tiramos de envases, paquetes, pizzas, bebidas azucaradas y nos dejamos en el mostrador lo que de verdad importa: la comida real, que es la que hacían nuestras abuelas. Carlos Ríos explica que “a corto plazo, los ultraprocesados están pensados para que cuando abras el envoltorio no puedas parar de comer: el sabor, olor, color, y textura están perfectamente diseñados para ello. Es decir, producen adicción y ansiedad. Además, estos productos se han identificado como una de las principales causas de la epidemia de la obesidad que azota a la población actual, y se han relacionado con el desarrollo de cáncer y de enfermedades metabólicas (como la diabetes o el hígado graso no alcohólico), cardiovasculares (como la hipertensión o hipercolesterolemia) y mentales (como la depresión o el alzheimer). La lista es larga, pero podría resumirse en que una alimentación rica en productos ultraprocesados aumenta considerablemente el riesgo de mortalidad.”
Ojo, que los que nos dice Carlos Ríos no es baladí, porque los datos no mienten y la compra de ultraprocesados ha aumentado en más del 50% en apenas diez años, según diversos estudios, entre ellos la revista científica Obesity Revue.
Claro, ante estas cifras que ponen los pelos de punta, porque la cosa va a mayores, este nutricionista onubense decidió dar un toque de atención: “se trata de educar y concienciar a los ciudadanos para protegerles frente a la información equivocada que nos llega a través de los medios de comunicación. La industria alimentaria y algunas instituciones públicas nos indican que necesitamos los productos ultraprocesados, alegando que tienen propiedades saludables y que son equivalentes a la comida que comían nuestras abuelas. Además, estos productos son de consumo rápido y fácil, ya que no necesitan preparaciones culinarias complejas, y siempre están disponibles en nuestro entorno. Están diseñados para sustituir a los alimentos naturales y a las preparaciones culinarias tradicionales, y es justo lo que está ocurriendo hoy en día. El padre o la madre, que no tiene tiempo para cocinar, se decantará por el producto listo para su consumo frente a los alimentos frescos que haya que cocinar. Probablemente, y por desgracia, lo hará sin ser consciente de la verdadera repercusión de tal elección sobre su salud y la de los demás miembros del núcleo familiar que también vayan a consumir esos productos. Estamos abandonando el hábito de las comidas cocinadas con cariño y empeño, basadas en alimentos, ricas en nutrientes y con sabores y texturas naturales. A la vez, estamos adoptando el hábito de comer productos formulados por la industria, basados en ingredientes que probablemente nuestras abuelas no conocían, pobres en nutrientes y con sabores y texturas artificiales”.
¿Qué comer entonces? Comida real, la que hacían nuestras madres y nuestras abuelas, la que se compra en el mercado al peso, sin aditivos ni coservantes ni aceites de mil padres que no hacen más que complicarnos la vida.
“Mi mensaje es que hay que evitar los productos ultraprocesados y priorizar lo que llamo “comida real”, y que incluye los alimentos mínimamente procesados y los alimentos cuyo procesamiento no haya disminuido la calidad y las propiedades saludables del mismo. Se trata de basar la alimentación en verduras y frutas frescas, legumbres, cereales integrales y tubérculos, huevos, lácteos de calidad, pescado, carne, y aceites vírgenes. Con todos estos grupos de alimentos se puede conseguir una alimentación variada y saludable, y si además se utilizan diferentes técnicas de cocinado y se añaden especias y/o hierbas aromáticas, el abanico de sabores se hace aún más amplio. Personalmente, me encanta la canela, y, por lo que veo en las redes sociales, se ha convertido en un ingrediente básico en la “despensa realfooder“. Pero hay cientos de especias y hierbas aromáticas con las que jugar”.
Para facilitarnos el trabajo, Ríos nos ofrece una ayuda para saber si un alimento es ultraprocesado o no: “La comida real suele tener menos de cinco ingredientes, y es tanto un tomate fresco (alimento mínimamente procesado) como una conserva de tomate triturado (es un buen procesado). En el primer caso, el propio alimento es el único ingrediente, mientras que en el caso de los buenos procesados, el alimento ha sido procesado con el objetivo de hacerlo más duradero y de facilitar su uso culinario. Lo que caracteriza a los buenos procesados es que el alimento es el principal ingrediente del producto, y, aunque en el ejemplo de la conserva de tomate, el alimento haya sido triturado, sigue presente al completo y conserva sus propiedades saludables. Es posible que lleve algún conservante, como por ejemplo acidulantes, pero hasta el momento no se ha percibido riesgo para la salud. La forma más rápida y sencilla de identificar la comida real es buscando los alimentos frescos que ofrece la sección de frutas y verduras, la de pescaderia o la de carnicería y que, al no tener ingredientes añadidos, no tienen etiqueta nutricional. El resto de alimentos llevan etiqueta nutricional y para saber si son comida real, hay que leer la la lista de ingredientes. En general, los lácteos y las diferentes conservas suelen ser aptos, pero es fácil confundirse con productos parecidos y que en realidad llevan ingredientes perjudiciales. Puede parecer complicado, y aunque al principio te puedas ver pasando más tiempo del deseado leyendo etiquetas, al poco tiempo serás capaz de identificar los ultraprocesados a simple vista, y recordarás cuáles son los buenos procesados que ofrece tu supermercado de preferencia”.
No está todo perdido y podemos salir victoriosos de este embate de los ultraprocesados. Carlos Ríos, a través de su blog, nos incita a cambiar nuestra alimentación y apostar por la comida real durante un mes. “Según cuentan las personas que se han animado a seguir nuestro reto de comer comida real durante un mes, los principales beneficios son la pérdida de peso, mejorías de enfermedades metabólicas, mejor estado de ánimo, y mayor disfrute de la comida, entre otros. Más aún, en estudios recientes hechos en la población brasileña se ha observado que al disminuir la ingesta de ultraprocesados y aumentar la ingesta de comida real, disminuye el riesgo de mortalidad significativamente.”
¿Alguien se anima? ¡Se buscan valientes!