¿Son los implantes de mama para siempre o hay que cambiarlos?
Los implantes de mama llevan con nosotras desde los años 60 del siglo pasado, más de 50 años, y son muchísimas las mujeres a las que un par de pechos les ha solucionado la vida y les ha subido la autoestima. Pero, hay una duda que puede llevar a algunas a preguntarse si va a merecer la pena ponerse unos implantes: ¿cuándo hay que cambiar las prótesis?
No os lo vais a creer si os cuento que fueron las egipcias las que empezaron a ponerse “cosas” en los pechos para aumentarlos de tamaño; primero lo intentaron con esponjas. El fracaso fue estrepitoso; sin embargo, las mujeres ya intuían que si tenían poco pecho algo podrían hacer. La primera mamoplastia de aumento encontrada en la literatura medica data de 1895, hecha por un cirujano de la República Checa de nombre Czerny, que transfirió un lipoma (tumor benigno de tejido graso) de la cadera de un paciente a una mama. También fracasó al igual que sucedió a principios del siglo XX con múltiples infiltraciones de diversos materiales como silicona líquida.
En los años 60 los cirujanos Cronin y Gerow presentaron a la Sociedad Internacional de Cirugía Plástica en Washington el primer implante de silicona utilizado con éxito. Eran unas prótesis lisas, transparentes y con una única lámina que envolvía la silicona, muy similar a la de la imagen de arriba.
Con los años, estas prótesis han evolucionado y la silicona con la que están fabricadas es cohesiva, es decir, que no se esparce si la abres y no se rompen ni estallan; así que, en plan cotilleo, es un bulo que a una famosa española la estallaran las prótesis en pleno vuelo.
El doctor Javier Mato Ansorena, fundador y director de las Clínicas Mato Ansorena, con más de 30 años de experiencia en cirugía plástica y más de 2.000 prótesis de mama implantadas, nos ha explicado cómo han evolucionado estas prótesis, desde esas primeras hasta las actuales, las anatómicas, con forma de mama pero que tienen un problema y es “que se giran -afirma el doctor Mato– y no se pueden sujetar. Con las otras, las que son redondas, si se giran no pasa nada y siguen bien, pero con las anatómicas, si se giran, el pezón queda hacia arriba y no queda otra solución que cambiarlas por unas redondas. No siempre las anatómicas quedan mejor que las redondas”.
Y también hay que cambiarlas si se rompen. “Las prótesis se rompen en un porcentaje más alto de lo que se cree. Éstas tienen que estar completamente transparente; en ocasiones se aprecian unas pequeñas burbujas por dentro que indica que el implante está roto. No es peligroso para la salud de la paciente que se rompan por dentro pero sí se pueden romper por fuera y hay que operar inmediatamente ya que la silicona puede pasar al organismo”. Por eso, es tan importante hacerse ecografías o mamografías cuando el cirujano lo prescriba. “Si haces una ecografía y ves que hay una burbuja dentro, ves que la prótesis tiene una rotura intracapsular y aconsejamos que se cambie esa prótesis”, insiste el doctor Mato.
Y si no sucede ningún contratiempo, ¿cuánto tiempo van a durar esas prótesis? “No pensamos que son para toda la vida porque una mujer que lleva prótesis durante 20 años probablemente se las vaya a cambiar porque en ese tiempo han aparecido en el mercado otras mejores. Lo que tiene que saber una mujer que se vaya a poner unos implantes es que con las experiencia que hoy tenemos, las protésis que colocamos en este momento son buenas y el porcentaje de problemas que ocasionan es ínfimo, que se ponga las mejores y que no escatime el dinero en ellas y que durante la intervención tenga su propio anestesista y no lo comparta con otro paciente”, explica el doctor Mato. Parece ser que compartir anestesista es habitual en algunos centros para abaratar costes.
Sobre la calidad de las prótesis sí hay que insistir: tienen que ser buenas y con todos los controles sanitarios para que no suceda como con las de soja o las PIP (Poly Implant Prothèses) que, afortunadamente, se retiraron en 2010 porque el gel de silicona que contenía no era el declarado –y el aprobado para la comercialización por la UE-, sino uno más barato y de menor calidad.