Y se armó la marimorena. Este es el alarmante titular que se desprende de un estudio realizado por científicos alemanes y franceses y publicado en la revista Scientific Reports –un anexo de la revista Nature– y que se ha extendido como la pólvora. Según recoge esta investigación, las sustancias que contienen los pigmentos de los tatuajes viajan a los ganglios linfáticos del sistema inmunológico.
La tinta con la que se realizan los tatuajes contiene pigmentos orgánicos y conservantes, metales pesados contaminantes tales como el cobalto, el níquel, el cromo o el manganeso. El color más utilizado, el negro, por ejemplo, se compone de hidrocarburos aromáticos policíclicos, un compuesto que produce cáncer.
Este estudio demuestra que convertidos en micro y nanopartículas, los componentes tóxicos, viajan por el cuerpo hasta alcanzar los ganglios linfáticos del sistema inmune. Se sabe que las micropartículas llegan a los ganglios linfáticos porque éstos se tiñen con el color del tatuaje como medida de respuesta para limpiar el área tatuada–esto lo han visto gracias a un sincotrón, el dispositivo más avanzado disponible para controlar los desplazamientos de nanopartículas en tejidos-. Y se cree que la migración, así como el depósito a largo plazo de los elementos tóxicos y pigmentos del tatuaje, podría producir una inflamación crónica de los ganglios linfáticos lo que significaría que estos dejarían de hacer bien su trabajo que no es otro que proteger a nuestro organismo.
La duda y la polémica están servidas. Desde la Academia Española de Dermatología y Venereología (AEDV) llaman a la calma porque “hasta el momento no existen evidencias de que la presencia de estos pigmentos en los ganglios linfáticos ocasione algún tipo de patología”.
“Una cosa es que se haya visto este efecto, es decir que los PHA se acumulen en los ganglios, y que en base a ello se genere una hipótesis de trabajo, y otra muy distinta es que existan evidencias científicas de que ello se cumpla y generen un efecto negativo sobre ellos. En este sentido, no existen tales evidencias”, afirma el Dr. Donís Muñoz Borrás, de la Clínica Dermatológica Donís Muñoz, autor del libro Tratado sobre los tatuajes. Claves para su eliminación con láser.
En cuanto a la relación de los tatuajes con el cáncer el Dr. Donís Muñoz Borrás añade que “no hay ningún dato que demuestre que ello genere más casos de cáncer o problemas de salud en la vida real. Las tintas negras se vienen empleando desde hace 4.000 años, prácticamente no han cambiado su composición y se elaboran a partir del carbón. Existen culturas, como las maoríes, que llevan el 80% de su cuerpo cubierto de tatuajes y no se ha visto que tengan mayor incidencia de cáncer. Una cosa son las hipótesis de trabajo y otra las realidades”, recalca el Dr. Muñoz.
Como veis al margen de titulares más o menos llamativos, no hay estudios suficientes para defenestrar definitivamente a los tatuajes. Según revela el Dr. Muñoz “un trabajo publicado en American Journal of Human Biology (2016) por investigadores de la Universidad de Alabama recogía que cuantos más tatuajes, mayor es la inmunidad que tienen las personas”.
Otro estudio realizado Copenhage (Dinamarca) en cobayas trataba de demostrar que la piel tatuada de negro, si se exponía continuamente a radiaciones ultravioleta, conllevaría a un mayor riesgo de contraer cáncer de piel. “Las conclusiones de este trabajo fueron bien distintas ya que la incidencia de cáncer de piel en los cobayas tatuados fue bastante menor”, descubre el Dr. Muñoz. Pero al mismo tiempo a principios de año la Comisión Europea advertía de que algunos componentes de la tinta de los tatuajes pueden liberar sustancias cancerígenas.
¿A quien creemos?, ¿me lanzo a tatuarme o espero a que me aclaren si son buenos o malos?