El greenwashing es un concepto relativamente nuevo, pero tan viejo como el arte de la publicidad. Consiste en dar la impresión de que un producto es natural cuando realmente está formulado con elementos químicos sintéticos. Por ejemplo, un champú que proclama que basa su fuerza en activos naturales y el aceite de argán, cuando en realidad lleva una buena dosis de sulfatos y cuatro gotas del susodicho oro líquido de Marruecos.
La cosa se quedaría en mera picaresca publicitaria si no se estuviera extendiendo como la pólvora. Puesto que las nuevas generaciones apuestan por una vuelta a los cuidados naturales, muchas marcas se han subido al carro del greenwashing usando y abusando de la palabra “natural” para hacernos creer que sus productos casi han salido tal cual de la tierra. El peligro es que ciertas personas prefieren utilizar cosmética verdaderamente natural por problemas de salud o por convicción personal, y no es justo que acaben comprando cosmética natural de pacotilla bajo premisas engañosas.
¿Y cómo puede detectar un consumidor si lo que está adquiriendo es un producto verdaderamente natural? Ashley Prange, CEO y fundadora de Au Naturale Cosmetics, nos comenta que “los consumidores tienen que entender primero que la palabra “natural” no quiere decir nada en Estados Unidos.” Como en Europa la regulación tampoco acaba de definir el calificativo de natural en cosmética, es el propio consumidor quien tiene que autoeducarse. “En el fondo, se reduce a tomarse el tiempo necesario para leer la lista de ingredientes de los productos, y preguntarse si esos argumentos publicitarios vienen respaldados por alguna certificación reconocida, si la lista de ingredientes está plagada de palabras impronunciables , o cuál es la nota que recibe el producto en una base de datos como Skin Deep y el porqué”, nos confirma Prange.
Aunque existen muchos métodos para colar como natural algo que no lo es, mi favorito es sin duda las matemáticas tramporras. Es muy habitual encontrar la frase de que “el tanto por ciento de los ingredientes son naturales”, lo cual no deja de ser una forma muy sutil de confundir al consumidor de letras. Hagamos las cuentas: un champú formulado con un parabeno y un sulfato puede tener un 60% de ingredientes naturales con incluir tres gotas de aceite de oliva, una de aceite esencial de romero, y otra gota de manteca de karité por eso de hidratar. Aunque tres de los cinco ingredientes son naturales, del total de la formula quizás menos de un 1% sea verdaderamente natural.
Otro método muy utilizado en el arte del greenwashing es emplear elementos químicos sintéticos “derivados de fuentes naturales” por eso de dar paz mental al consumidor. Uno de mis favoritos es el sulfato de coco, que parece ser una panacea natural cuando realmente para extraer ese ingrediente hay que utilizar tantos productos químicos que acaban dejando al pobre coco con una melena rubia. Total, que sigue el mismo proceso de fabricación que los tan denostados sulfatos y de coco acaba teniendo sólo el nombre. Vanessa Delli, experta en cosmética natural y fundadora del centro Dellicare en Madrid, lo explica muy bien: “Existe el marketing engañoso. Todo lo que de alguna viene de la naturaleza se considera natural, pero no significa que sea beneficioso para nuestra piel y salud. Hay que aprender a leer las etiquetas”.
Como en todo, existen trucos para haceros la vida más sencilla. Vanessa Delli aconseja buscar los sellos verdes de cosmética orgánica. “Yo confío especialmente en The Soil Association del Reino Unido y el sello orgánico USDA de Estados Unidos“, ya que son dos de las certificaciones más exigentes para garantizar el contenido natural de las fórmulas. Por su parte, Ashley Prange aconseja identificar los ingredientes a evitar y buscar en Google o en la base de datos de la EWG todos los ingredientes impronunciables. “También sugeriría tener especial cuidado con el maquillaje, porque algunos de los peores ingredientes se ocultan como pigmentos u otro tipo de colorantes”.
Bellezas Puras, con todo esto no queremos asustaros pero sí advertiros: el greenwashing existe, y es más común de lo que parece. Si lo que buscáis es pasaros a la cosmética totalmente natural, estad atentas a lo que compráis y empezad a leer las listas de ingredientes.