El boxeo femenino está de moda. En casi todos los gimnasios hay una clase de boxeo a la que se apuntan las chicas, desde los 15 hasta los 60 años.
Las que pensábamos que el boxeo femenino o masculino era una barbaridad, vamos a tener que ir cambiando el chip. Porque lo que se promueve en estas clases no es el boxeo de mamporros y golpes en el cuerpo. En los nuevos cuadriláteros lo que se ve es otro tipo de boxeo, más como entrenamiento para mejorar nuestra salud.
Cero violencia, máxima flexibilidad y aumento de reflejos, además de una excelente forma física, entre otros beneficios cuerpo-mente.
Y yo era de esas, de las que odiaba el boxeo porque lo asociaba a los golpes que se daban los boxeadores en un ring y que veíamos en la tele en las retransmisiones deportivas en el Campo del Gas, al lado del Rastro madrileño. Donde lo mismo daba un concierto de rock que un combate de boxeo. Allí pelearon Pedro Carrasco, José Legrá o Hércules Cortés, y también se celebró el mítico concierto de Supertramp en 1983. Sin embargo, el Campo del Gas cerró en 1987 y, creo que con ello, parte del boxeo se fue con él. Mis recuerdos del boxeo se remontan a mi niñez cuando por mi barrio, Chamberí, paseaba uno de los grandes boxeadores españoles, Paulino Uzcúdum. Fue, como muchos boxeadores, un juguete roto con la cara machacada a golpes que arrastraba los pies con la mirada perdida en cualquier cuadrilátero del mundo.
Por eso, cuando Beatriz Peña me propuso escribir este tema de boxeo femenino andaba yo un pelín reticente. Pero, ¿quién dijo miedo? Vamos a ver para qué sirve el boxeo cuando se entrena, ¡ojo! nada de competición. Lo que yo creía que iba a ser escribir sobre una información que buscara se convirtió en una clase de boxeo que dí hace unos días. ¡Qué necesidad tengo yo de boxear!
Así fue mi primera clase de boxeo femenino.
Aquí me veis con la manos vendadas antes de calzarme los guantes rosas (sí, exactamente iguales a los de la foto de arriba), pero no iba a decir que no y no iba a dejar de hacer un tipo de ejercicio por un prejuicio tonto. Una cosa es un combate donde los púgiles salen al cuadrilátero a darse leña y otra, muy distinta, ir a un gimnasio especializado, con un profesor que sabe lo que hace y con otras chicas y chicos, al 50%, para entrenar un poco.
Y además porque…Armada con mis guantes de boxeo, los diez alumnos, al ritmo de la música de Rocky, comenzamos primero un calentamiento de unos 15 minutos. Fue un calentamiento duro que me hizo sudar la gota gorda, pero que me hizo sentir muy bien. Lo difícil era beber agua con esos guantes… Era imposible. Afortunadamente para mí, me acompañó mi hijo, que no sé si lo hizo para ayudarme o para ver cómo se comportaba su madre ante esos menesteres. Fuera por una cosa o por la otra, al menos me daba agua.
Tras los ejercicios de calentamiento, por parejas empezó el baile.
Primero frente a los sacos, por parejas, íbamos dando golpes, que no se llaman golpes sino que se denominan de diferente manera según sea. Primero, cross o directo, cuatro repeticiones, paso atrás y otros dos utilizando ambas manos. Uno sujetaba el saco y el otro golpeaba y luego nos cambiábamos. Este primer ejercicio tiene una duración de dos minutos (interminables). No os podéis imaginar lo que cansa. Un breve descanso de un par de minutos y otra vez al ataque. Siempre por parejas, intentando golpear el hombro del otro mientras tu compañero impide con las manos que le golpees y defiende a la altura de la cara. También es difícil porque es un deporte que requiere concentración y coordinación. Y hacer ambas cosas a la vez no es fácil. Y si no, mirad como el profesor, Alejandro Lakatus, intenta que coordine los movimientos.
Fue un sin parar todo el tiempo, porque los siguientes ejercicios consistían en seguir aprendiendo a dar diferentes golpes de boxeo coordinados. Por ejemplo, dos cross, un crochet (con la mano derecha, y es un golpe lateral dirigido a la cabeza del contrincante), y así durante otros dos minutos. O bien, dos cross, un crochet y un upper o gancho (uno de los golpes más espectaculares, que parte de la mano derecha y desde abajo se golpea en dirección vertical que va directamente a la mandíbula del oponente.
La verdad es que me sorprendió la cantidad de cosas en las que hay que pensar para lanzar uno de estos golpes de boxeo y la fuerza que hay que tener. Mientras Eva, Isabel y María -tres de las chicas que estaban en la clase- se manejaban de maravilla y arreaban unos golpes que daba miedo verlas, yo, en cambio, parecía la señorita Pepis. ¡Qué flojitos mis golpes! Y eso que hago ejercicio regularmente desde que prometí aquí mismo ir al gimnasio. Aguanté casi toda la clase, unos 45 de los 55 minutos que dura. Es un ejercicio muy duro.
La importancia de un buen entrenador profesional
Capítulo aparte merece el profe, Alejandro Lakatus, un español de origen rumano, pianista y boxeador, campeón de España y de Europa WBO, así como campeón del mundo Lationamericano, que llegó a España en 1993 para ganarse la vida como pianista, su profesión, y el boxeo se cruzó en su camino cambiándole la vida. Sí, tiene manos de pianista un poco machacadas por el deporte, pero son manos largas y finas. Lakatus, que imparte sus clases en The Core Fight Club, está pendiente de todos y de todo y cuidó de mí en todo momento, diciéndome qué tenía que hacer y cómo hacerlo. “El tipo de boxeo que enseño-dice Lakatus– está orientado a la salud; se trata de un proyecto saludable enfocado a un público fitness, para que las personas se sientan bien consigo mismas”. Como actualmente el boxeo no tiene como finalidad la lucha, la práctica de esta disciplina conlleva infinidad de beneficios para la salud:
- Aumenta la resistencia
- Incrementa la agilidad y la capacidad de reacción
- Mejora los reflejos
- Favorece el equilibrio
- Potencia la coordinación
- Tonifica los músculos
- Fortalece la mente
¿Que cómo estaba al día siguiente? Os juro que fenomenal e incluso me fui a mi gimnasio a hacer una hora de ejercicio. ¿No os dije? ¡Las chicas son guerreras!
The Core Sport Club
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