(Imagen vía Pinterest)
La cosmética coreana está pegando fuerte. Más allá de las cremas que hacen honor al abecedario (BB), los envases monos y las mascarillas que prometen milagros cosméticos, la tendencia asiática ha traído a mi vida las esponjas Konjac. Esta pequeña maravilla natural, similar a un estropajo de cocina, es tan suave que sirve para limpiar, exfoliar y dar esplendor hasta las pieles más sensibles sin resentir el presupuesto.
A mi medida, lo que busco en verano ( y también en invierno) es una solución de belleza con las tres bes (buena, bonita, y barata), y claro, así no he podido resistirme al embrujo de esta nueva tendencia asiática que empieza a verse en los cuartos de baño y los spas más trendy de la Gran Manzana.
Aunque las esponjas konjac suenen a chino son en realidad un secreto de belleza tradicional japonés. Creadas a partir de la fibra de la planta konjac y agua filtrada, permiten limpiar y exfoliar la piel del rostro en un sólo gesto y en menos de un minuto sin utilizar ingredientes químicos. Con una consistencia curiosamente gelatinosa una vez empapadas en agua, las esponjas konjac se pueden utilizar con o sin productos limpiadores adicionales, por lo que son ideales tanto para beautyperezosas como para cuidar de las pieles sensibles.
Utilizar una esponja konjac es bien sencillo: basta con empaparla en agua templada hasta que se reblandezca, añadir la limpiadora habitual, y pasar la esponja por el rostro para eliminar las inmundicias de la vida diaria y favorecer la microcirculación del rostro. Luego se aclara, se cuelga de su cuerdecita para que se seque, y se vuelve a utilizar al día siguiente. Como para poder contaros mis impresiones tengo que llevar mis test al límite, decidí usar una konjac sin producto durante una semana y me quedé muy sorprendida al ver que con un poco de paciencia acababa hasta con el maquillaje más tozudo sin dejarme el temido efecto “piel roja”. Las konjac son mis nuevas toallitas limpiadoras: suaves, instantáneas y sin esfuerzo. Con una duración de entre 1 y 3 meses dependiendo de la fuerza de la usuaria y un precio que ronda los 10 euros, en mi opinión de urbanita son el colmo del beautylujo asiático asequible.
Pero sus bondades no acaban aquí. Existe un tipo de konjac para cada necesidad de la piel. Además de la tradicional esponja natural blanca para limpiar el rostro, existen modelos alternativos que incluyen carbón de bambú para conseguir una limpieza profunda, arcilla rosa para calmar las pieles sensibles, arcilla verde para pieles con acné, camomila para pieles irritadas, o incluso té verde para purificar las pieles apagadas. La konjacmanía en este lado del charco va mucho más allá, y algunas empresas comercializan versiones para el cuerpo, esponjas ultrasuaves para el cuidado de los bebés, o incluso konjacs para perros.
Por suerte, para adquirir una buena esponja konjac no hay que coger un avión a Nueva York en plena ola de calor pegajoso. La firma europea The Konjac Sponge Co. vende online algunos de los productos más ingeniosos creados con la raíz de esta planta, como su premiadísimo Angel Cloth (Precio:15 euros), que es una alternativa a las muselinas tradicionales para desmaquillar y exfoliar la piel suavemente, o sus Discos reutilizables para desmaquillar los ojos (Precio: 23 euros), que en un alarde de ecologismo permiten abandonar el algodón para siempre. En España se pueden conseguir sus esponjas faciales y corporales en tiendas de cosmética nicho, y Sephora cuenta con una buena selección de esponjas konjac faciales de la firma Erborian.
Tras mis pruebas en pro de Belleza Pura os puedo jurar y perjurar que las esponjas konjac son como el Scotch Brite, en el sentido de que una vez las pruebas ya no puedes estar sin ellas.