Los alfahidroxiácidos –también conocidos como AHAs, su escueta abreviatura estilo expresión de sorpresa- son compuestos habituales de muchas fórmulas cosméticas. Aunque su nombre sugiera enrevesadas síntesis de laboratorio, se trata de ácidos frutales con fantásticas propiedades sobre la piel.
Los AHAs exfolian la piel, la animan a producir colágeno y elastina, y difuminan las arrugas y líneas de expresión. Además, juegan un papel esencial a la hora de tratar problemas dermatológicos como acné, piel seca, poros dilatados, piel fotoenvejecida, manchas asociadas al embarazo…
Sobre el papel son fabulosos, pero en la práctica no todos los alfahidroxiácidos son iguales ni se adecúan a todos los tipos de piel. Veamos los más habituales para que sepas si ese AHA de tu crema está hecho para ti.
Ácidos cítricos: presentes en el limón, la naranja, la papaya y la piña. Son lo más habituales en cosmética, y se añaden en pequeñas concentraciones para aclarar la piel y limpiar los poros. Su mayor ventaja es que se puede combinar con otros activos beneficiosos para la piel, como los minerales. Además, los ácidos cítricos conforman una película protectora sobre la piel que retiene el agua.
Ácido glicólico: genial para renovar la piel pero ¡ojo!, con cautela y cuidando las concentraciones. Derivado de la caña de azúcar, es un activo común en los peelings profesionales de cabina puesto que debe ser un experto quien valore el estado de la piel y maneje el producto. Se emplea para tratar las arrugas, el acné, eliminar células muertas y paliar las manchas. Imprescindible usar un factor de protección solar después aunque uses un tratamiento doméstico con baja concentración (15-20%) porque la piel queda más fina y desprotegida. Es normal sentir una sensación de picor y cosquilleo al empezar a usarlo.
Ácido láctico: se puede extraer de la mora, pero la leche es la fuente principal, de ahí que el yogur forme parte de los ingeniosos rituales de belleza caseros. Como el resto de AHAs, suaviza los contornos, reduce el daño solar y mejora la textura y el tono. Además, es capaz de llegar hasta capas profundas de la piel y estimular la síntesis de colágeno y elastina. Especialmente recomendable para pieles sensibles (que no toleran bien el glicólico) y secas ya que aumenta las ceramidas de la piel y la capacidad de retener agua.
Ácido málico: proviene de las manzanas verdes, el ruibarbo o las uvas. Ayuda a afinar la piel, mejora la textura de la piel y le aporta lustre. Al ser suave, se recomienda personas con la piel sensible y reactiva. Es especialmente eficaz para reducir el melasma cuando se combina con vitamina C.
Ácido mandélico: obtenido de las almendras amargas, es un potente antibacteriano y actúa con eficacia sobre el acné, las manchas y las arrugas finas. Más suave que el glicólico, se recomienda para tratar la rosácea, las infecciones, inflamaciones…Se añade a muchos cosméticos hidratantes, exfoliantes, antiacné y antiinflamatorios.