El estilo y el patronaje de Sybilla Sorondo Myelzwynska (Nueva York, 1963), como las canciones de Antonio Vega, son inimitables, no plagiables, porque forman parte de un microcosmos lleno de arte y sensibilidad.
Con mucho retraso , la tímida artista ha recibido el Premio Nacional de Diseño de Moda, al tiempo que en el Museo del Traje se exhibe la exposición ‘Vistiendo el tiempo’, en colaboración con la firma Tissot. Allí luce su icónico Traje de España, que explica muy bien la verdadera esencia de Sybilla.
Un paseo por la casa de Sybilla en la mallorquina Sierra deTramontana explica gran parte de su obra y de su retirada durante tantos años. Allí surgió su soflama por la defensa de la naturaleza y del entorno natural. Cuando aún ni se escuchaba la palabra sostenibilidad, ella organizaba talleres, cursos sobre biodiversidad y yoga en una casona maravillosa, de suelo hidraúlico, desde la que se divisaba sierra y mar, las gallinas jugaban con sus hijos y ya soñaba con tejidos biodegradables… Pensé, cenando en aquella casa, que Sybilla no volvería nunca a la moda de la que jamás se fue del todo. Allí se resguardaba a gusto del pánico social, de la fobia a las fiestas y a los focos que siempre padeció.
Impregnada sin pretenderlo del firme espíritu del ‘menos es más’, siempre buscó una arquitectura poética en cada prenda. Un vestido intemporal con solapa en espiral o mangas japonesas se convertían en una prenda que sigue siendo la más trendy si te la pones ahora. Ese algo mágico y evanescente, con un punto oriental.
Incapaz de gestionar cuentas o hacer colecciones comerciales, se retiró hace nueve años -cuando los japoneses la habían proclamado como la nueva Balenciaga- y ha vuelto para recibir, tras la Medalla de Oro de las Bellas Artes, el Premio Nacional de Diseño de la Moda 2015. Ya era hora, porque desde que desfilara por primera vez en el Salón Gaudí de Barcelona en 1981 no ha habido un referente más vigoroso de nuestra moda. Después, Tokyo, París, Nueva York. Vuelve, con su lenguaje distinto, instalada ahora en un atelier hiperluminoso de la madrileña calle de General Castaños.
Para entenderlo todo, lo ideal es pasearse por la exposición ‘Vistiendo el tiempo’, que el Museo del Traje ha organizado con los archivos de la firma relojera suiza Tissot. Una vitrina llamada ‘Vestidos para el éxito‘, dedicada a los 80 y los 90, a la reinvención de la moda y las nuevas tribus sociales. Allí reluce el Traje España, un largo vestido tubo negro con un archipiélago de islas en el pecho y escote. Hasta el 24 de enero, vuelve -nada por aquí, nada por allá- la magia y el lujo parco y minimalista de Sybilla. Lo celebramos.